< Anterior |
Siguiente > |
1 Llegaron los días en que David había de morir, y ordenó a Salomón su hijo, diciendo:
2 Yo sigo el camino de todos en la tierra; esfuérzate, y sé hombre.
3 Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas;
4 para que confirme Jehová la palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos guardaren mi camino, andando delante de mí con verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás, dice, faltará a ti varón en el trono de Israel.
5 Ya sabes tú lo que me ha hecho Joab hijo de Sarvia, lo que hizo a dos generales del ejército de Israel, a Abner hijo de Ner y a Amasa hijo de Jeter, a los cuales él mató, derramando en tiempo de paz la sangre de guerra, y poniendo sangre de guerra en el talabarte que tenía sobre sus lomos, y en los zapatos que tenía en sus pies.
6 Tú, pues, harás conforme a tu sabiduría; no dejarás descender sus canas al Seol en paz.
7 Mas a los hijos de Barzilai galaadita harás misericordia, que sean de los convidados a tu mesa; porque ellos vinieron de esta manera a mí, cuando iba huyendo de Absalón tu hermano.
8 También tienes contigo a Simei hijo de Gera, hijo de Benjamín, de Bahurim, el cual me maldijo con una maldición fuerte el día que yo iba a Mahanaim. Mas él mismo descendió a recibirme al Jordán, y yo le juré por Jehová diciendo: Yo no te mataré a espada.
9 Pero ahora no lo absolverás; pues hombre sabio eres, y sabes cómo debes hacer con él; y harás descender sus canas con sangre al Seol.
10 Y durmió David con sus padres, y fue sepultado en su ciudad.
11 Los días que reinó David sobre Israel fueron cuarenta años; siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalén.
12 Y se sentó Salomón en el trono de David su padre, y su reino fue firme en gran manera.
13 Entonces Adonías hijo de Haguit vino a Betsabé madre de Salomón; y ella le dijo: ¿Es tu venida de paz? El respondió: Sí, de paz.
14 En seguida dijo: Una palabra tengo que decirte. Y ella dijo: Di.
15 El dijo: Tú sabes que el reino era mío, y que todo Israel había puesto en mí su rostro para que yo reinara; mas el reino fue traspasado, y vino a ser de mi hermano, porque por Jehová era suyo.
16 Ahora yo te hago una petición; no me la niegues. Y ella le dijo: Habla.
17 El entonces dijo: Yo te ruego que hables al rey Salomón (porque él no te lo negará), para que me dé Abisag sunamita por mujer.
18 Y Betsabé dijo: Bien; yo hablaré por ti al rey.
19 Vino Betsabé al rey Salomón para hablarle por Adonías. Y el rey se levantó a recibirla, y se inclinó ante ella, y volvió a sentarse en su trono, e hizo traer una silla para su madre, la cual se sentó a su diestra.
20 Y ella dijo: Una pequeña petición pretendo de ti; no me la niegues. Y el rey le dijo: Pide, madre mía, que yo no te la negaré.
21 Y ella dijo: Dese Abisag sunamita por mujer a tu hermano Adonías.
22 El rey Salomón respondió y dijo a su madre: ¿Por qué pides a Abisag sunamita para Adonías? Demanda también para él el reino; porque él es mi hermano mayor, y ya tiene también al sacerdote Abiatar, y a Joab hijo de Sarvia.
23 Y el rey Salomón juró por Jehová, diciendo: Así me haga Dios y aun me añada, que contra su vida ha hablado Adonías estas palabras.
24 Ahora, pues, vive Jehová, quien me ha confirmado y me ha puesto sobre el trono de David mi padre, y quien me ha hecho casa, como me había dicho, que Adonías morirá hoy.
25 Entonces el rey Salomón envió por mano de Benaía hijo de Joiada, el cual arremetió contra él, y murió.
26 Y el rey dijo al sacerdote Abiatar: Vete a Anatot, a tus heredades, pues eres digno de muerte; pero no te mataré hoy, por cuanto has llevado el arca de Jehová el Señor delante de David mi padre, y además has sido afligido en todas las cosas en que fue afligido mi padre.
27 Así echó Salomón a Abiatar del sacerdocio de Jehová, para que se cumpliese la palabra de Jehová que había dicho sobre la casa de Elí en Silo.
28 Y vino la noticia a Joab; porque también Joab se había adherido a Adonías, si bien no se había adherido a Absalón. Y huyó Joab al tabernáculo de Jehová, y se asió de los cuernos del altar.
29 Y se le hizo saber a Salomón que Joab había huido al tabernáculo de Jehová, y que estaba junto al altar. Entonces envió Salomón a Benaía hijo de Joiada, diciendo: Ve, y arremete contra él.
30 Y entró Benaía al tabernáculo de Jehová, y le dijo: El rey ha dicho que salgas. Y él dijo: No, sino que aquí moriré. Y Benaía volvió con esta respuesta al rey, diciendo: Así dijo Joab, y así me respondió.
31 Y el rey le dijo: Haz como él ha dicho; mátale y entiérrale, y quita de mí y de la casa de mi padre la sangre que Joab ha derramado injustamente.
32 Y Jehová hará volver su sangre sobre su cabeza; porque él ha dado muerte a dos varones más justos y mejores que él, a los cuales mató a espada sin que mi padre David supiese nada: a Abner hijo de Ner, general del ejército de Israel, y a Amasa hijo de Jeter, general del ejército de Judá.
33 La sangre, pues, de ellos recaerá sobre la cabeza de Joab, y sobre la cabeza de su descendencia para siempre; mas sobre David y sobre su descendencia, y sobre su casa y sobre su trono, habrá perpetuamente paz de parte de Jehová.
34 Entonces Benaía hijo de Joiada subió y arremetió contra él, y lo mató; y fue sepultado en su casa en el desierto.
35 Y el rey puso en su lugar a Benaía hijo de Joiada sobre el ejército, y a Sadoc puso el rey por sacerdote en lugar de Abiatar.
36 Después envió el rey e hizo venir a Simei, y le dijo: Edifícate una casa en Jerusalén y mora ahí, y no salgas de allí a una parte ni a otra;
37 porque sabe de cierto que el día que salieres y pasares el torrente de Cedrón, sin duda morirás, y tu sangre será sobre tu cabeza.
38 Y Simei dijo al rey: La palabra es buena; como el rey mi señor ha dicho, así lo hará tu siervo. Y habitó Simei en Jerusalén muchos días.
39 Pero pasados tres años, aconteció que dos siervos de Simei huyeron a Aquis hijo de Maaca, rey de Gat. Y dieron aviso a Simei, diciendo: He aquí que tus siervos están en Gat.
40 Entonces Simei se levantó y ensilló su asno y fue a Aquis en Gat, para buscar a sus siervos. Fue, pues, Simei, y trajo sus siervos de Gat.
41 Luego fue dicho a Salomón que Simei había ido de Jerusalén hasta Gat, y que había vuelto.
42 Entonces el rey envió e hizo venir a Simei, y le dijo: ¿No te hice jurar yo por Jehová, y te protesté diciendo: El día que salieres y fueres acá o allá, sabe de cierto que morirás? Y tú me dijiste: La palabra es buena, yo la obedezco.
43 ¿Por qué, pues, no guardaste el juramento de Jehová, y el mandamiento que yo te impuse?
44 Dijo además el rey a Simei: Tú sabes todo el mal, el cual tu corazón bien sabe, que cometiste contra mi padre David; Jehová, pues, ha hecho volver el mal sobre tu cabeza.
45 Y el rey Salomón será bendito, y el trono de David será firme perpetuamente delante de Jehová.
46 Entonces el rey mandó a Benaía hijo de Joiada, el cual salió y lo hirió, y murió. Y el reino fue confirmado en la mano de Salomón.
1 Y poco a poco se acercaron los días de David en que había de morir; y él procedió a dar órdenes a Salomón su hijo, y a decir:
2 “Yo me voy por el camino de toda la tierra, y tú tienes que ser fuerte y dar prueba de ser hombre.
3 Y tienes que guardar la obligación para con Jehová tu Dios, andando en sus caminos, guardando sus estatutos, sus mandamientos y sus decisiones judiciales y sus testimonios, conforme a lo que está escrito en la ley de Moisés, a fin de que actúes prudentemente en todo lo que hagas y adondequiera que te vuelvas;
4 a fin de que Jehová realice su palabra que habló respecto de mí, al decir: ‘Si tus hijos cuidan su camino, andando delante de mí en verdad con todo su corazón y con toda su alma, no será cortado hombre tuyo de [sentarse] sobre el trono de Israel’.
5 ”Y también tú mismo bien sabes lo que me hizo Joab hijo de Zeruyá en lo que hizo a dos jefes de los ejércitos de Israel, a Abner hijo de Ner y a Amasá hijo de Jéter, cuando los mató y colocó la sangre de guerra en tiempo de paz y puso la sangre de guerra sobre su cinto que estaba alrededor de sus caderas y en sus sandalias que estaban sobre sus pies.
6 Y tendrás que actuar conforme a tu sabiduría, y no dejar que sus canas bajen en paz al Seol.
7 ”Y para con los hijos de Barzilai el galaadita debes ejercer bondad amorosa, y ellos tienen que hallarse entre los que coman a tu mesa; porque de esa manera se acercaron a mí cuando huí de delante de Absalón tu hermano.
8 ”Y aquí está contigo Simeí hijo de Guerá el benjaminita de Bahurim, y él fue quien invocó el mal contra mí con una dolorosa invocación de mal el día en que yo iba a Mahanaim; y él fue quien bajó a mi encuentro al Jordán, de modo que le juré por Jehová, diciendo: ‘No te haré morir a espada’.
9 Y ahora no lo dejes sin castigar, porque eres un hombre sabio y bien sabes lo que debes hacerle, y tienes que hacer bajar sus canas con sangre al Seol”.
10 Entonces yació David con sus antepasados y fue enterrado en la Ciudad de David.
11 Y los días que había reinado David sobre Israel fueron cuarenta años. En Hebrón había reinado siete años, y en Jerusalén había reinado treinta y tres años.
12 En cuanto a Salomón, se sentó sobre el trono de David su padre; y gradualmente su gobernación real vino a quedar muy firmemente establecida.
13 Con el tiempo Adonías hijo de Haguit vino a Bat-seba, madre de Salomón. Por lo cual ella dijo: “¿Es pacífica tu venida?”, a lo que él dijo: “Es pacífica”.
14 Y siguió diciendo: “Hay un asunto que tengo para ti”. De modo que ella dijo: “Habla”.
15 Y él continuó: “Tú misma bien sabes que la gobernación real había de llegar a ser mía, y era hacia mí hacia quien todo Israel había fijado su rostro para que yo llegara a ser rey; pero la gobernación real dio vuelta y llegó a ser de mi hermano, porque de parte de Jehová llegó a ser suya.
16 Y ahora hay una solicitud que te hago. No vuelvas [de ti] mi rostro”. Por lo tanto ella le dijo: “Habla”.
17 Y él pasó a decir: “Por favor, di a Salomón el rey (porque él no volverá tu rostro [de sí]) que me dé a Abisag la sunamita por esposa”.
18 A esto Bat-seba dijo: “¡Bien! Yo misma hablaré por ti al rey”.
19 De modo que Bat-seba entró a donde el rey Salomón para hablarle a favor de Adonías. En seguida el rey se levantó a su encuentro y se inclinó ante ella. Entonces se sentó sobre su trono e hizo poner un trono para la madre del rey, para que se sentara a su derecha.
20 Y ella procedió a decir: “Hay una pequeña solicitud que te hago. No vuelvas [de ti] mi rostro”. Por lo tanto el rey le dijo: “Hazla, madre mía; porque no volveré [de mí] tu rostro”.
21 Y ella pasó a decir: “Que Abisag la sunamita sea dada por esposa a Adonías tu hermano”.
22 Ante esto, el rey Salomón respondió y dijo a su madre: “¿Y por qué estás solicitando a Abisag la sunamita para Adonías? Solicita también para él la gobernación real (porque es mi hermano que es mayor que yo), aun para él y para Abiatar el sacerdote y para Joab hijo de Zeruyá”.
23 Con eso, el rey Salomón juró por Jehová, y dijo: “Así me haga Dios, y así añada a ello, si no fue contra su propia alma contra quien Adonías habló esta cosa.
24 Y ahora, tan ciertamente como que vive Jehová, que me ha establecido firmemente y me mantiene sentado sobre el trono de David mi padre, y que me hizo una casa tal como ha hablado, hoy se dará muerte a Adonías”.
25 Inmediatamente el rey Salomón envió por medio de Benaya hijo de Jehoiadá; y este procedió a arrojarse sobre aquel, de modo que murió.
26 Y a Abiatar el sacerdote el rey dijo: “¡Vete a Anatot a tus campos! Pues mereces la muerte; pero en este día no te daré muerte, porque llevaste el arca del Señor Soberano Jehová delante de David mi padre, y porque sufriste aflicción durante todo el tiempo que mi padre sufrió aflicción”.
27 De modo que Salomón expulsó a Abiatar para que no rindiera servicio como sacerdote de Jehová, para cumplir la palabra de Jehová que él había hablado contra la casa de Elí en Siló.
28 Y el informe mismo llegó allá a Joab —pues Joab mismo se había inclinado a seguir a Adonías, aunque no se había inclinado a seguir a Absalón— y Joab se fue huyendo a la tienda de Jehová y empezó a asirse de los cuernos del altar.
29 Entonces le fue comunicado al rey Salomón: “Joab ha huido a la tienda de Jehová, y allí está al lado del altar”. De modo que Salomón envió a Benaya hijo de Jehoiadá, y dijo: “¡Anda, arrójate sobre él!”.
30 Por lo tanto Benaya fue a la tienda de Jehová y le dijo: “Esto es lo que ha dicho el rey: ‘¡Sal!’”. Pero él dijo: “¡No! Porque aquí es donde moriré”. Por lo cual Benaya llevó la palabra de vuelta al rey, diciendo: “Esto es lo que habló Joab, y esto es lo que me respondió”.
31 Entonces le dijo el rey: “Haz tal como ha hablado y arrójate sobre él; y tienes que enterrarlo y quitar de sobre mí y de sobre la casa de mi padre la sangre inmerecidamente derramada que Joab vertió.
32 Y Jehová ciertamente hará volver su sangre sobre su propia cabeza, porque se arrojó sobre dos hombres más justos y mejores que él, y procedió a matarlos a espada, cuando mi padre David mismo no había sabido de ello, a saber, a Abner hijo de Ner el jefe del ejército de Israel y a Amasá hijo de Jéter el jefe del ejército de Judá.
33 Y la sangre de ellos tiene que volver sobre la cabeza de Joab y sobre la cabeza de su prole hasta tiempo indefinido; pero para David y para su prole y para su casa y para su trono llegará a haber paz hasta tiempo indefinido de parte de Jehová”.
34 Entonces Benaya hijo de Jehoiadá procedió a subir, y se arrojó sobre él y le dio muerte; y llegó a ser enterrado en su propia casa en el desierto.
35 Ante aquello, el rey puso a Benaya hijo de Jehoiadá en lugar de él sobre el ejército; y a Sadoc el sacerdote lo puso el rey en el lugar de Abiatar.
36 Finalmente el rey mandó llamar a Simeí y le dijo: “Edifícate una casa en Jerusalén, y tienes que morar allí y no salir de allí a este lugar ni a aquel.
37 Y tiene que suceder que, en el día que salgas, y cuando de veras pases el valle torrencial de Cedrón, debes saber, sin equivocación, que positivamente morirás. La culpa de sangre por ti vendrá ella misma a estar sobre tu propia cabeza”.
38 Ante esto, Simeí dijo al rey: “La palabra es buena. Tal como mi señor el rey ha hablado, así hará tu siervo”. Y Simeí siguió morando en Jerusalén muchos días.
39 Y al cabo de tres años aconteció que dos esclavos de Simeí se fueron huyendo a donde Akís hijo de Maacá el rey de Gat; y unas personas vinieron a referírselo a Simeí, y dijeron: “¡Mira! Tus esclavos están en Gat”.
40 Inmediatamente Simeí se levantó y aparejó su asno y se fue a Gat, a donde Akís, para buscar a sus esclavos; después de lo cual Simeí fue y trajo de Gat a sus esclavos.
41 Entonces informaron a Salomón: “Simeí ha salido de Jerusalén a Gat y ha vuelto”.
42 Por lo cual el rey envió y llamó a Simeí y le dijo: “¿No te juramenté por Jehová para advertirte, diciendo: ‘En el día que salgas y cuando de veras vayas acá y allá debes saber inequívocamente que positivamente morirás’?, y, por eso, ¿no me dijiste tú: ‘Buena es la palabra que he oído’?
43 ¿Por qué, pues, no guardaste el juramento de Jehová y el mandamiento que te impuse solemnemente?”.
44 Y el rey siguió diciendo a Simeí: “Tú mismo ciertamente sabes todo el perjuicio que tu corazón conoce bien que le hiciste a David mi padre; y Jehová ciertamente hará volver sobre tu propia cabeza el perjuicio [ocasionado] por ti.
45 Pero el rey Salomón será bendito, y el trono mismo de David resultará estar firmemente establecido delante de Jehová para siempre”.
46 Con eso, el rey dio orden a Benaya hijo de Jehoiadá, que entonces salió y se arrojó sobre aquel, de modo que murió. Y el reino fue firmemente establecido en la mano de Salomón.