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La Palabra de Dios preservada y viva

2 REYES 7 Paralela rv60
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Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 Dijo entonces Eliseo: Oíd palabra de Jehová: Así dijo Jehová: Mañana a estas horas valdrá el seah de flor de harina un siclo, y dos seahs de cebada un siclo, a la puerta de Samaria.

2 Y un príncipe sobre cuyo brazo el rey se apoyaba, respondió al varón de Dios, y dijo: Si Jehová hiciese ahora ventanas en el cielo, ¿sería esto así? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello.

3 Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, los cuales dijeron el uno al otro: ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos?

4 Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos.

5 Se levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento de los sirios; y llegando a la entrada del campamento de los sirios, no había allí nadie.

6 Porque Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros.

7 Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas.

8 Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron.

9 Luego se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey.

10 Vinieron, pues, y gritaron a los guardas de la puerta de la ciudad, y les declararon, diciendo: Nosotros fuimos al campamento de los sirios, y he aquí que no había allí nadie, ni voz de hombre, sino caballos atados, asnos también atados, y el campamento intacto.

11 Los porteros gritaron, y lo anunciaron dentro, en el palacio del rey.

12 Y se levantó el rey de noche, y dijo a sus siervos: Yo os declararé lo que nos han hecho los sirios. Ellos saben que tenemos hambre, y han salido de las tiendas y se han escondido en el campo, diciendo: Cuando hayan salido de la ciudad, los tomaremos vivos, y entraremos en la ciudad.

13 Entonces respondió uno de sus siervos y dijo: Tomen ahora cinco de los caballos que han quedado en la ciudad (porque los que quedan acá también perecerán como toda la multitud de Israel que ya ha perecido), y enviemos y veamos qué hay.

14 Tomaron, pues, dos caballos de un carro, y envió el rey al campamento de los sirios, diciendo: Id y ved.

15 Y ellos fueron, y los siguieron hasta el Jordán; y he aquí que todo el camino estaba lleno de vestidos y enseres que los sirios habían arrojado por la premura. Y volvieron los mensajeros y lo hicieron saber al rey.

16 Entonces el pueblo salió, y saqueó el campamento de los sirios. Y fue vendido un seah de flor de harina por un siclo, y dos seahs de cebada por un siclo, conforme a la palabra de Jehová.

17 Y el rey puso a la puerta a aquel príncipe sobre cuyo brazo él se apoyaba; y lo atropelló el pueblo a la entrada, y murió, conforme a lo que había dicho el varón de Dios, cuando el rey descendió a él.

18 Aconteció, pues, de la manera que el varón de Dios había hablado al rey, diciendo: Dos seahs de cebada por un siclo, y el seah de flor de harina será vendido por un siclo mañana a estas horas, a la puerta de Samaria.

19 A lo cual aquel príncipe había respondido al varón de Dios, diciendo: Si Jehová hiciese ventanas en el cielo, ¿pudiera suceder esto? Y él dijo: He aquí tú lo verás con tus ojos, mas no comerás de ello.

20 Y le sucedió así; porque el pueblo le atropelló a la entrada, y murió.

  X


1 Eliseo ahora dijo: “Escuchen la palabra de Jehová. Esto es lo que ha dicho Jehová: ‘Mañana como a esta hora una medida de sea de flor de harina valdrá un siclo, y dos medidas de sea de cebada valdrán un siclo en el paso de entrada de Samaria’”.

2 Ante eso, el adjutor sobre cuya mano estaba apoyándose el rey contestó al hombre del Dios [verdadero] y dijo: “Si Jehová estuviera haciendo compuertas en los cielos, ¿pudiera suceder esta cosa?”. A lo que dijo él: “Mira que lo vas a ver con tus propios ojos, pero de ello no comerás”.

3 Y había cuatro hombres, leprosos, que se hallaban en la entrada de la puerta; y empezaron a decirse el uno al otro: “¿Por qué nos quedamos sentados aquí hasta que hayamos muerto?

4 Si hubiéramos dicho: ‘Entremos en la ciudad’, cuando el hambre está en la ciudad, entonces tendríamos que morir allí. Y si en efecto nos sentamos aquí, también tendremos que morir. Ahora, pues, vengan e invadamos el campamento de los sirios. Si nos conservan vivos, viviremos; pero si nos dan muerte, entonces tendremos que morir”.

5 Por lo tanto, se levantaron en la oscuridad vespertina para penetrar en el campamento de los sirios; y lograron llegar hasta las afueras del campamento de los sirios, y, ¡mire!, no había nadie allí.

6 Y Jehová mismo había hecho que el campamento de los sirios oyera el sonido de carros de guerra, el sonido de caballos, el sonido de una gran fuerza militar, de manera que se dijeron unos a otros: “¡Miren! ¡El rey de Israel ha alquilado contra nosotros a los reyes de los hititas y a los reyes de Egipto para que vengan contra nosotros!”.

7 Inmediatamente se levantaron y echaron a huir en la oscuridad vespertina, dejando sus tiendas y sus caballos y sus asnos —el campamento tal como estaba— y siguieron huyendo por su alma.

8 Cuando estos leprosos llegaron hasta las afueras del campamento, entonces entraron en una tienda y se pusieron a comer y a beber y a llevarse de allí plata y oro y prendas de vestir, y a marcharse y esconderlos. Después de eso volvieron y entraron en otra tienda y se llevaron cosas de allí y se marcharon y las escondieron.

9 Por fin empezaron a decirse el uno al otro: “No es recto lo que estamos haciendo. ¡Este día es un día de buenas noticias! Si titubeamos, y realmente esperamos hasta la luz de la mañana, entonces tendrá que alcanzarnos la culpa. Vamos ahora, pues, y entremos y demos informe a la casa del rey”.

10 De manera que fueron y llamaron a los porteros de la ciudad y se lo informaron, diciendo: “Entramos en el campamento de los sirios, y, ¡miren!, no había nadie allí, ni sonido de hombre, sino solo los caballos atados y los asnos atados y las tiendas tal como estaban”.

11 En seguida los porteros gritaron y se lo informaron a la casa del rey adentro.

12 El rey se levantó inmediatamente de noche y dijo a sus siervos: “Permítanme declararles, por favor, lo que nos han hecho los sirios. Bien saben ellos que tenemos hambre; y por eso salieron del campamento para esconderse en el campo, diciendo: ‘Saldrán de la ciudad y los prenderemos vivos, y entraremos en la ciudad’”.

13 Entonces uno de sus siervos contestó y dijo: “Permite que tomen, por favor, cinco de los caballos restantes que han quedado en la ciudad. ¡Mira! Son lo mismo que toda la multitud de Israel que ha quedado en ella. ¡Mira! Son lo mismo que toda la multitud de Israel que ha perecido. Y enviemos y veamos”.

14 Por consiguiente, tomaron dos carros con caballos y el rey los envió tras el campamento de los sirios, diciendo: “Vayan y vean”.

15 Con eso, ellos los siguieron hasta el Jordán; y, ¡mire!, todo el camino estaba lleno de prendas de vestir y utensilios que los sirios habían arrojado al irse precipitadamente. Entonces los mensajeros volvieron y se lo informaron al rey.

16 Y el pueblo procedió a salir y a saquear el campamento de los sirios; y así una medida de sea de flor de harina vino a valer un siclo, y dos medidas de sea de cebada a valer un siclo, conforme a la palabra de Jehová.

17 Y el rey mismo había nombrado al adjutor sobre cuya mano estaba apoyándose a que tuviera a su cargo el paso de entrada; y el pueblo siguió atropellándolo en el paso de entrada, de modo que murió, tal como había hablado el hombre del Dios [verdadero], cuando habló al tiempo en que el rey bajó a él.

18 Así aconteció tal como había hablado el hombre del Dios [verdadero] al rey, cuando dijo: “Dos medidas de sea de cebada al valor de un siclo y una medida de sea de flor de harina al valor de un siclo llegará a haber mañana, a esta hora, en el paso de entrada de Samaria”.

19 Pero el adjutor contestó al hombre del Dios [verdadero] y dijo: “Aunque Jehová estuviera haciendo compuertas en los cielos, ¿pudiera suceder conforme a esta palabra?”. A lo que él dijo: “Mira que lo vas a ver con tus propios ojos, pero de ello no comerás”.

20 Así sucedió, pues, cuando el pueblo siguió atropellándolo en el paso de entrada, de modo que murió.