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HECHOS 16 Paralela rv60
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Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego;

2 y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio.

3 Quiso Pablo que éste fuese con él; y tomándole, le circuncidó por causa de los judíos que había en aquellos lugares; porque todos sabían que su padre era griego.

4 Y al pasar por las ciudades, les entregaban las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las guardasen.

5 Así que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día.

6 Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia;

7 y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.

8 Y pasando junto a Misia, descendieron a Troas.

9 Y se le mostró a Pablo una visión de noche: un varón macedonio estaba en pie, rogándole y diciendo: Pasa a Macedonia y ayúdanos.

10 Cuando vio la visión, en seguida procuramos partir para Macedonia, dando por cierto que Dios nos llamaba para que les anunciásemos el evangelio.

11 Zarpando, pues, de Troas, vinimos con rumbo directo a Samotracia, y el día siguiente a Neápolis;

12 y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvimos en aquella ciudad algunos días.

13 Y un día de reposo salimos fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración; y sentándonos, hablamos a las mujeres que se habían reunido.

14 Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.

15 Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.

16 Aconteció que mientras íbamos a la oración, nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba gran ganancia a sus amos, adivinando.

17 Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación.

18 Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora.

19 Pero viendo sus amos que había salido la esperanza de su ganancia, prendieron a Pablo y a Silas, y los trajeron al foro, ante las autoridades;

20 y presentándolos a los magistrados, dijeron: Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad,

21 y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir ni hacer, pues somos romanos.

22 Y se agolpó el pueblo contra ellos; y los magistrados, rasgándoles las ropas, ordenaron azotarles con varas.

23 Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad.

24 El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo.

25 Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.

26 Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.

27 Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huido.

28 Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí.

29 El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas;

30 y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?

31 Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.

32 Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.

33 Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos.

34 Y llevándolos a su casa, les puso la mesa; y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.

35 Cuando fue de día, los magistrados enviaron alguaciles a decir: Suelta a aquellos hombres.

36 Y el carcelero hizo saber estas palabras a Pablo: Los magistrados han mandado a decir que se os suelte; así que ahora salid, y marchaos en paz.

37 Pero Pablo les dijo: Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial, siendo ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos.

38 Y los alguaciles hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al oír que eran romanos.

39 Y viniendo, les rogaron; y sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad.

40 Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y se fueron.

  X


1 De modo que llegó a Derbe y también a Listra. Y, ¡mira!, estaba allí cierto discípulo de nombre Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego,

2 y los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes acerca de él.

3 Pablo expresó el deseo de que este saliera con él, y lo tomó y lo circuncidó a causa de los judíos que había en aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego.

4 Ahora bien, a medida que iban viajando por las ciudades entregaban a los de allí, para que los observaran, los decretos sobre los cuales habían tomado decisión los apóstoles y ancianos que estaban en Jerusalén.

5 Por lo tanto, en realidad, las congregaciones continuaron haciéndose firmes en la fe y aumentando en número de día en día.

6 Además, atravesaron Frigia y el país de Galacia, porque el espíritu santo les había prohibido hablar la palabra en el [distrito de] Asia.

7 Además de eso, al bajar a Misia, se esforzaron por entrar en Bitinia, pero el espíritu de Jesús no se lo permitió.

8 De modo que pasaron por alto a Misia y bajaron a Troas.

9 Y durante la noche le apareció a Pablo una visión: cierto varón macedonio estaba de pie y le suplicaba y decía: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”.

10 Ahora bien, luego que hubo visto la visión, procuramos salir para Macedonia, pues llegamos a la conclusión de que Dios nos había mandado llamar para declararles las buenas nuevas.

11 Por lo tanto, nos hicimos a la mar desde Troas y fuimos con rumbo directo a Samotracia, mas al día siguiente a Neápolis,

12 y de allí a Filipos, una colonia, que es la ciudad principal del distrito de Macedonia. Continuamos en esta ciudad, pasando algunos días.

13 Y el día de sábado salimos fuera de la puerta junto a un río, donde pensábamos que había un lugar de oración; y nos sentamos y empezamos a hablar a las mujeres que se habían congregado.

14 Y cierta mujer por nombre Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira y adoradora de Dios, estaba escuchando, y Jehová le abrió el corazón ampliamente para que prestara atención a las cosas que Pablo estaba hablando.

15 Ahora bien, cuando fueron bautizadas ella y su casa, ella dijo con súplica: “Si ustedes me han juzgado fiel a Jehová, entren en mi casa y quédense”. Y sencillamente nos obligó a aceptar.

16 Y aconteció que, yendo nosotros al lugar de oración, nos encontró cierta sirvienta que tenía un espíritu, un demonio de adivinación. Ella proporcionaba mucha ganancia a sus amos practicando el arte de la predicción.

17 Esta [muchacha] seguía detrás de Pablo y de nosotros y gritaba, usando estas palabras: “Estos hombres son esclavos del Dios Altísimo, los cuales les están publicando el camino de la salvación”.

18 Esto lo siguió haciendo por muchos días. Por fin Pablo se cansó de ello y se volvió y dijo al espíritu: “Te ordeno en el nombre de Jesucristo que salgas de ella”. Y salió en aquella misma hora.

19 Pues bien, cuando sus amos vieron que se les había ido su esperanza de ganancia, se apoderaron de Pablo y de Silas y los arrastraron a los gobernantes en la plaza de mercado,

20 y, conduciéndolos a los magistrados civiles, dijeron: “Estos hombres están turbando muchísimo a nuestra ciudad, judíos como son,

21 y están publicando costumbres que no nos es lícito adoptar ni practicar, puesto que somos romanos”.

22 Y la muchedumbre se levantó a una contra ellos; y los magistrados civiles, habiéndoles arrancado las prendas de vestir exteriores, dieron el mandato de que los golpearan con varas.

23 Después de haberles descargado muchos golpes, los echaron en la prisión, y ordenaron al carcelero que los guardara con seguridad.

24 Porque recibió tal orden, este los echó en la prisión interior y les aseguró los pies en el cepo.

25 Mas como a la mitad de la noche, Pablo y Silas estaban orando y alabando a Dios con canción; sí, los presos los oían.

26 De repente ocurrió un gran terremoto, de modo que se sacudieron los fundamentos de la cárcel. Además, se abrieron al instante todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron.

27 El carcelero, despertando del sueño y viendo abiertas las puertas de la prisión, desenvainó su espada y estaba a punto de quitarse la vida, imaginándose que los presos se habían escapado.

28 Pero Pablo clamó con voz fuerte, y dijo: “¡No te hagas ningún daño, porque todos estamos aquí!”.

29 De modo que él pidió luz y entró de un salto y, sobrecogido de temblor, cayó ante Pablo y Silas.

30 Y los sacó fuera y dijo: “Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?”.

31 Ellos dijeron: “Cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa”.

32 Y le hablaron la palabra de Jehová junto con todos los que estaban en su casa.

33 Y él los tomó consigo en aquella hora de la noche y les lavó las heridas; y todos, él y los suyos, fueron bautizados sin demora.

34 Y los introdujo en su casa y les puso la mesa, y se regocijó mucho con toda su casa ahora que había creído a Dios.

35 Cuando se hizo de día, los magistrados civiles despacharon a los alguaciles a decir: “Pon en libertad a aquellos hombres”.

36 De modo que el carcelero informó sus palabras a Pablo: “Los magistrados civiles han despachado hombres para que ustedes [dos] sean puestos en libertad. Ahora, pues, salgan y sigan su camino en paz”.

37 Pero Pablo les dijo: “Nos fustigaron públicamente sin ser condenados, a nosotros que somos hombres romanos, y nos echaron en la prisión; ¿y ahora nos echan fuera secretamente? ¡No, por cierto!, antes, que vengan ellos mismos y nos saquen”.

38 De modo que los alguaciles informaron estos dichos a los magistrados civiles. Estos tuvieron temor al oír que los hombres eran romanos.

39 Por consiguiente, vinieron y les suplicaron y, después de sacarlos, les solicitaron que partieran de la ciudad.

40 Pero ellos salieron de la prisión y fueron a casa de Lidia, y, cuando vieron a los hermanos, los animaron, y partieron.