< Anterior |
Siguiente > |
1 Respondió entonces Job, y dijo:
2 ¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma, Y me moleréis con palabras?
3 Ya me habéis vituperado diez veces; ¿No os avergonzáis de injuriarme?
4 Aun siendo verdad que yo haya errado, Sobre mí recaería mi error.
5 Pero si vosotros os engrandecéis contra mí, Y contra mí alegáis mi oprobio,
6 Sabed ahora que Dios me ha derribado, Y me ha envuelto en su red.
7 He aquí, yo clamaré agravio, y no seré oído; Daré voces, y no habrá juicio.
8 Cercó de vallado mi camino, y no pasaré; Y sobre mis veredas puso tinieblas.
9 Me ha despojado de mi gloria, Y quitado la corona de mi cabeza.
10 Me arruinó por todos lados, y perezco; Y ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado.
11 Hizo arder contra mí su furor, Y me contó para sí entre sus enemigos.
12 Vinieron sus ejércitos a una, y se atrincheraron en mí, Y acamparon en derredor de mi tienda.
13 Hizo alejar de mí a mis hermanos, Y mis conocidos como extraños se apartaron de mí.
14 Mis parientes se detuvieron, Y mis conocidos se olvidaron de mí.
15 Los moradores de mi casa y mis criadas me tuvieron por extraño; Forastero fui yo a sus ojos.
16 Llamé a mi siervo, y no respondió; De mi propia boca le suplicaba.
17 Mi aliento vino a ser extraño a mi mujer, Aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
18 Aun los muchachos me menospreciaron; Al levantarme, hablaban contra mí.
19 Todos mis íntimos amigos me aborrecieron, Y los que yo amaba se volvieron contra mí.
20 Mi piel y mi carne se pegaron a mis huesos, Y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
21 ¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí, tened compasión de mí! Porque la mano de Dios me ha tocado.
22 ¿Por qué me perseguís como Dios, Y ni aun de mi carne os saciáis?
23 ¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribiesen en un libro;
24 Que con cincel de hierro y con plomo Fuesen esculpidas en piedra para siempre!
25 Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo;
26 Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios;
27 Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.
28 Mas debierais decir: ¿Por qué le perseguimos? Ya que la raíz del asunto se halla en mí.
29 Temed vosotros delante de la espada; Porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias, Para que sepáis que hay un juicio.
1 Y Job procedió a responder y decir:
2 “¿Hasta cuándo seguirán ustedes irritando mi alma y seguirán aplastándome con palabras?
3 Estas diez veces ustedes procedieron a reprenderme; no se avergüenzan [de] tratarme con tanta dureza.
4 Y, dando por sentado que me haya equivocado, es conmigo con quien mi equivocación se alojará.
5 Si de hecho ustedes se dan grandes ínfulas contra mí, y muestran que mi oprobio es apropiado contra mí,
6 sepan, entonces, que Dios mismo me ha extraviado, y en su red de cazar me ha encerrado.
7 ¡Miren!, sigo gritando: ‘¡Violencia!’, pero no se me responde; sigo clamando por ayuda, pero no hay justicia.
8 Él ha obstruido mi misma senda con un muro de piedra, y no puedo pasar; y sobre mis veredas pone la oscuridad misma.
9 De mi propia gloria me ha despojado, y quita de mi cabeza la corona.
10 Me demuele por todos lados, y me voy; y arranca mi esperanza lo mismo que un árbol.
11 Su cólera también se enardece contra mí, y él sigue teniéndome por adversario suyo.
12 Unidamente vienen sus tropas y alzan contra mí su camino, y acampan alrededor de mi tienda.
13 A mis propios hermanos ha alejado de mí, y los mismísimos que me conocen hasta se han apartado de mí.
14 Mis conocidos íntimos han cesado de ser; y los que yo conocía, ellos mismos se han olvidado de mí,
15 los que residen como forasteros en mi casa; y mis esclavas mismas me tienen por extraño; un verdadero extranjero he llegado a ser a sus ojos.
16 A mi siervo he llamado, pero no contesta. Con mi propia boca sigo suplicando compasión de él.
17 Mi aliento mismo le da asco a mi esposa, y me he hecho hediondo a los hijos del vientre de mi [madre].
18 También, muchachos de poca edad mismos me han rechazado; no hago más que levantarme, y se ponen a hablar contra mí.
19 Todos los hombres de mi grupo íntimo me detestan, y los que yo amaba se han vuelto contra mí.
20 A mi piel y a mi carne mis huesos realmente se pegan, y escapo con la piel de mis dientes.
21 Muéstrenme algún favor, muéstrenme algún favor, oh ustedes mis compañeros, porque la propia mano de Dios me ha tocado.
22 ¿Por qué siguen ustedes persiguiéndome como lo hace Dios, y no quedan satisfechos con mi carne misma?
23 ¡Ah, que ahora mis palabras fueran escritas! ¡Ah, que en un libro fueran hasta inscritas!
24 ¡Con estilo de hierro y [con] plomo, para siempre en la roca, ah, que fueran labradas!
25 Y yo mismo bien sé que mi redentor vive, y que, al venir después [de mí], se levantará sobre [el] polvo.
26 Y después de mi piel, [que] han desollado..., ¡esto! Aun reducido en mi carne contemplaré a Dios,
27 a quien aun yo contemplaré por mí mismo, y [a quien] mis ojos mismos ciertamente verán, pero no algún extraño. Mis riñones han fallado muy dentro de mí.
28 Pues ustedes dicen: ‘¿Por qué seguimos persiguiéndolo?’. Cuando la raíz misma del asunto se halla en mí.
29 Atemorícense respecto a ustedes mismos a causa de una espada, porque la espada significa un enfurecimiento contra errores, a fin de que sepan ustedes que hay un juez”.