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La Palabra de Dios preservada y viva

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LUCAS 7 Paralela rv60
y tnm

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Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum.

2 Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.

3 Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.

4 Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto;

5 porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.

6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;

7 por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.

8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.

9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.

10 Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.

11 Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.

12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.

13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.

14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.

15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.

16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.

17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.

18 Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos,

19 y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?

20 Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro?

21 En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.

22 Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;

23 y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.

24 Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?

25 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están.

26 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta.

27 Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.

28 Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.

29 Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.

30 Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.

31 Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?

32 Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.

33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.

34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.

35 Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.

36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.

37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;

38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.

39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.

40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él le dijo: Di, Maestro.

41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;

42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?

43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.

44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.

45 No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.

46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies.

47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.

48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.

49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?

50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vé en paz.

  X


1 Cuando él hubo acabado todos sus dichos a oídos del pueblo, entró en Capernaum.

2 Ahora bien, el esclavo de cierto oficial del ejército, a quien este apreciaba mucho, se hallaba mal y estaba a punto de morir.

3 Habiendo oído acerca de Jesús, envió a él algunos ancianos de los judíos a pedirle que viniera a sacar de peligro a su esclavo.

4 Entonces los que vinieron a Jesús se pusieron a suplicarle solícitamente, diciendo: “Es digno de que le otorgues esto,

5 porque ama a nuestra nación, y él mismo nos edificó la sinagoga”.

6 De modo que Jesús partió con ellos. Pero no estando él lejos de la casa, el oficial del ejército ya había enviado unos amigos a decirle: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres debajo de mi techo.

7 Por esto no me consideré digno de ir a ti. Mas di tú la palabra, y sea sanado mi sirviente.

8 Porque yo también soy hombre puesto bajo autoridad, que tengo soldados bajo mí, y digo a este: ‘¡Vete!’, y se va, y a otro: ‘¡Ven!’, y viene, y a mi esclavo: ‘¡Haz esto!’, y lo hace”.

9 Pues bien, al oír estas cosas Jesús se maravilló de él, y se volvió a la muchedumbre que le seguía y dijo: “Les digo: Ni siquiera en Israel he hallado fe tan grande”.

10 Y los que habían sido enviados, al volver a la casa, hallaron al esclavo en buena salud.

11 Poco después de esto viajó a una ciudad llamada Naín, y sus discípulos y una gran muchedumbre viajaban con él.

12 Al acercarse él a la puerta de la ciudad, pues ¡mira!, sacaban a un muerto, el hijo unigénito de su madre. Además, ella era viuda. También estaba con ella una muchedumbre bastante numerosa de la ciudad.

13 Y cuando el Señor alcanzó a verla, se enterneció por ella, y le dijo: “Deja de llorar”.

14 En seguida se acercó y tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron, y él dijo: “Joven, yo te digo: ¡Levántate!”.

15 Y el muerto se incorporó y comenzó a hablar, y él lo dio a su madre.

16 Entonces el temor se apoderó de todos, y se pusieron a glorificar a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha sido levantado entre nosotros”, y: “Dios ha dirigido su atención a su pueblo”.

17 Y estas noticias respecto a él se extendieron por toda Judea y por toda la comarca.

18 Ahora bien, los discípulos de Juan le informaron acerca de todas estas cosas.

19 Entonces Juan mandó llamar a ciertos dos de sus discípulos y los envió al Señor a decir: “¿Eres tú Aquel Que Viene, o hemos de esperar a uno diferente?”.

20 Cuando llegaron a él, los varones dijeron: “Juan el Bautista nos despachó a ti a decir: ‘¿Eres tú Aquel Que Viene, o hemos de esperar a otro?’”.

21 En aquella hora él curó a muchos de enfermedades y de penosas dolencias y de espíritus inicuos, y concedió a muchos ciegos el favor de ver.

22 Por lo tanto, en respuesta dijo a los [dos]: “Vayan, informen a Juan lo que vieron y oyeron: los ciegos reciben la vista, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos son levantados, a los pobres se anuncian las buenas nuevas.

23 Y feliz es el que no haya tropezado a causa de mí”.

24 Cuando los mensajeros de Juan se hubieron ido, él comenzó a decir a las muchedumbres respecto a Juan: “¿Qué salieron a contemplar en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento?

25 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre vestido de suaves prendas exteriores? ¡Si los que visten con esplendor y existen en lujo están en casas reales!

26 Verdaderamente, pues, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo, y mucho más que profeta.

27 Este es aquel acerca de quien está escrito: ‘¡Mira! Envío a mi mensajero delante de tu rostro, que preparará tu camino delante de ti’.

28 Les digo a ustedes: Entre los nacidos de mujer ninguno hay mayor que Juan; pero el que sea de los menores en el reino de Dios es mayor que él”.

29 (Y todo el pueblo y los recaudadores de impuestos, al oír [esto], declararon justo a Dios, pues habían sido bautizados con el bautismo de Juan.

30 Pero los fariseos y los versados en la Ley habían desatendido el consejo de Dios a ellos, pues no habían sido bautizados por él.)

31 “¿A quién, por lo tanto, compararé a los hombres de esta generación, y a quién son semejantes?

32 Son semejantes a los niñitos sentados en una plaza de mercado y que se dan voces unos a otros, y dicen: ‘Les tocamos la flauta, pero no danzaron; plañimos, pero no lloraron’.

33 Correspondientemente, Juan el Bautista ha venido sin comer pan ni beber vino, pero ustedes dicen: ‘Tiene demonio’.

34 El Hijo del hombre ha venido comiendo y bebiendo, pero ustedes dicen: ‘¡Miren! ¡Un hombre glotón y dado a beber vino, amigo de recaudadores de impuestos y pecadores!’.

35 De todos modos, la sabiduría queda probada justa por todos sus hijos”.

36 Ahora bien, uno de los fariseos seguía invitándolo a comer con él. Por consiguiente, él entró en la casa del fariseo y se reclinó a la mesa.

37 Y ¡mira!, una mujer que era conocida en la ciudad como pecadora se enteró de que él estaba reclinado a la mesa en casa del fariseo, y trajo una cajita de alabastro llena de aceite perfumado

38 y, tomando una posición detrás, junto a sus pies, lloró y comenzó a mojarle los pies con sus lágrimas, y se los enjugaba con los cabellos de su cabeza. También, le besaba los pies tiernamente y se los untaba con el aceite perfumado.

39 Al ver esto, el fariseo que lo había invitado dijo dentro de sí: “Este hombre, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora”.

40 Pero, respondiendo, Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. Él dijo: “Maestro, ¡dilo!”.

41 “Dos hombres eran deudores a cierto prestamista; el uno le debía quinientos denarios, pero el otro cincuenta.

42 Cuando no tuvieron con qué pagar, él sin reserva perdonó a ambos. Por lo tanto, ¿cuál de ellos le amará más?”

43 Contestando, Simón dijo: “Supongo que será aquel a quien sin reserva le perdonó más”. Él le dijo: “Juzgaste correctamente”.

44 Con eso, se volvió a la mujer y dijo a Simón: “¿Contemplas a esta mujer? Entré en tu casa; no me diste agua para los pies. Pero esta mujer me ha mojado los pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos.

45 No me diste beso; pero esta mujer, desde la hora que entré, no ha dejado de besarme los pies tiernamente.

46 No me untaste la cabeza con aceite; pero esta mujer me ha untado los pies con aceite perfumado.

47 En virtud de esto, te digo, los pecados de ella, por muchos que sean, son perdonados, porque amó mucho; mas al que se le perdona poco, poco ama”.

48 Entonces le dijo a ella: “Tus pecados son perdonados”.

49 Ante esto, los que estaban reclinados a la mesa con él comenzaron a decir dentro de sí: “¿Quién es este hombre que hasta perdona pecados?”.

50 Pero él dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado; vete en paz”.