Biblia Online

La Palabra de Dios preservada y viva

728

LUCAS 9 Paralela rv60
y tnm

< Anterior

Siguiente >

Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.

2 Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.

3 Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas.

4 Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid.

5 Y dondequiera que no os recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos.

6 Y saliendo, pasaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio y sanando por todas partes.

7 Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;

8 otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.

9 Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle.

10 Vueltos los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida.

11 Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.

12 Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.

13 El les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud.

14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.

15 Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.

16 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente.

17 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos.

18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?

19 Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.

20 El les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Pedro, dijo: El Cristo de Dios.

21 Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente,

22 y diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.

23 Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.

24 Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará.

25 Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?

26 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.

27 Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios.

28 Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.

29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.

30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;

31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.

32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él.

33 Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía.

34 Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.

35 Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a él oíd.

36 Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.

37 Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.

38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo;

39 y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él.

40 Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.

41 Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá a tu hijo.

42 Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre.

43 Y todos se admiraban de la grandeza de Dios. Jesús anuncia otra vez su muerte Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:

44 Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres.

45 Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas palabras.

46 Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor.

47 Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí,

48 y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande.

49 Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.

50 Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.

51 Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.

52 Y envió mensajeros delante de él, los cuales fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos.

53 Mas no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.

54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?

55 Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;

56 porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.

57 Yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré adondequiera que vayas.

58 Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

59 Y dijo a otro: Sígueme. El le dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.

60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios.

61 Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.

62 Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.

  X


1 Entonces convocó a los doce y les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para curar enfermedades.

2 Y los envió a predicar el reino de Dios y a hacer curaciones,

3 y les dijo: “No lleven nada para el viaje, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero en plata; tampoco tengan dos prendas de vestir interiores.

4 Pero dondequiera que entren en una casa, quédense allí y partan de allí.

5 Y dondequiera que no los reciban, al salir de aquella ciudad, sacúdanse el polvo de los pies para testimonio contra ellos”.

6 Partiendo entonces, ellos recorrieron el territorio de aldea en aldea, declarando las buenas nuevas y ejecutando curaciones por todas partes.

7 Ahora bien, Herodes el gobernante de distrito oyó todas las cosas que acontecían, y estaba muy perplejo porque algunos decían que Juan había sido levantado de entre los muertos,

8 pero otros que Elías había aparecido, pero otros que uno de los antiguos profetas se había levantado.

9 Herodes dijo: “A Juan yo lo decapité. ¿Quién, pues, es este de quien oigo tales cosas?”. De modo que procuraba verlo.

10 Y cuando los apóstoles volvieron, le refirieron qué cosas habían hecho. Entonces los tomó consigo y se retiró a un sitio privado en una ciudad llamada Betsaida.

11 Pero las muchedumbres, al saberlo, lo siguieron. Y él los recibió amablemente y se puso a hablarles del reino de Dios, y sanó a los que tenían necesidad de curación.

12 Luego el día comenzó a declinar. Entonces se acercaron los doce y le dijeron: “Despide a la muchedumbre, para que vayan a las aldeas y a la región rural de alrededor y consigan alojamiento y hallen provisiones, porque aquí estamos en un lugar solitario”.

13 Pero él les dijo: “Denles ustedes algo de comer”. Ellos dijeron: “No tenemos nada más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”.

14 Eran, de hecho, como cinco mil varones. Pero él dijo a sus discípulos: “Háganlos reclinarse como en las comidas, en grupos como de cincuenta cada uno”.

15 Y lo hicieron así, e hicieron que todos se reclinaran.

16 Entonces, tomando los cinco panes y los dos pescados, él miró al cielo, los bendijo y los partió, e iba dándolos a los discípulos para que ellos los pusieran delante de la muchedumbre.

17 De modo que todos comieron y quedaron satisfechos, y se recogió el sobrante que tuvieron, doce cestas de trozos.

18 Más tarde, mientras oraba solo, los discípulos vinieron a él juntos, y él los interrogó, diciendo: “¿Quién dicen las muchedumbres que soy?”.

19 Respondiendo, ellos dijeron: “Juan el Bautista; pero otros, Elías, y otros, que uno de los antiguos profetas se ha levantado”.

20 Entonces les dijo: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy?”. Pedro dijo en respuesta: “El Cristo de Dios”.

21 Entonces, en un discurso riguroso, les instruyó que no anduvieran diciendo esto a nadie,

22 pero dijo: “El Hijo del hombre tiene que pasar por muchos sufrimientos y ser rechazado por los ancianos y los sacerdotes principales y los escribas, y ser muerto, y al tercer día ser levantado”.

23 Siguiendo entonces, dijo a todos: “Si alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo y tome su madero de tormento día tras día y sígame de continuo.

24 Porque el que quiera salvar su alma la perderá; pero el que pierda su alma por causa de mí es el que la salvará.

25 Realmente, ¿de qué provecho le es al hombre el que gane el mundo entero pero se pierda a sí mismo o sufra daño?

26 Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del hombre cuando llegue en su gloria y en la del Padre y de los santos ángeles.

27 Pero les digo verdaderamente: Hay algunos de los que están en pie aquí que de ningún modo gustarán la muerte hasta que primero vean el reino de Dios”.

28 En efecto, unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro y a Juan y a Santiago y subió a la montaña a orar.

29 Y, mientras oraba, la apariencia de su rostro se hizo diferente, y su vestidura se volvió lustrosamente blanca.

30 También, ¡mira!, dos varones conversaban con él, los cuales eran Moisés y Elías.

31 Estos aparecieron con gloria y se pusieron a hablar de la partida de él que él estaba destinado a cumplir en Jerusalén.

32 Pues bien, Pedro y los que estaban con él estaban cargados de sueño; mas cuando despertaron completamente, vieron la gloria de él y a los dos varones que estaban de pie con él.

33 Y mientras estos iban siendo separados de él, Pedro dijo a Jesús: “Instructor, es excelente que estemos aquí; por eso, erijamos tres tiendas: una para ti y una para Moisés y una para Elías”, pues no se daba cuenta de lo que decía.

34 Pero mientras decía estas cosas se formó una nube, y los cubría con su sombra. Al entrar ellos en la nube, se llenaron de temor.

35 Y de la nube salió una voz, y dijo: “Este es mi Hijo, el que ha sido escogido. Escúchenle”.

36 Y al ocurrir la voz, se halló a Jesús solo. Pero ellos callaron y no informaron a nadie en aquellos días ninguna de las cosas que habían visto.

37 Al día siguiente, cuando bajaron de la montaña, una gran muchedumbre vino al encuentro de él.

38 Y ¡mira!, un varón clamó de entre la muchedumbre, y dijo: “Maestro, te ruego que mires a mi hijo, porque es mi unigénito,

39 y, ¡mira!, un espíritu lo toma, y de repente clama, y lo convulsiona con espumarajos, y apenas se retira de él después de magullarlo.

40 Y rogué a tus discípulos que lo expulsaran, pero no pudieron”.

41 Respondiendo, Jesús dijo: “Oh generación falta de fe y aviesa, ¿hasta cuándo tengo que continuar con ustedes y soportarlos? Conduce a tu hijo acá”.

42 Pero al mismo tiempo que él se acercaba, el demonio lo arrojó al suelo y lo convulsionó violentamente. Sin embargo, Jesús reprendió al espíritu inmundo y sanó al muchacho y se lo entregó a su padre.

43 Pues bien, todos empezaron a quedar atónitos ante el poder majestuoso de Dios. Ahora bien, mientras todos se maravillaban de todas las cosas que él hacía, él dijo a sus discípulos:

44 “Alojen estas palabras en sus oídos, porque el Hijo del hombre está destinado a ser entregado en manos de los hombres”.

45 Pero ellos continuaron sin entender este dicho. De hecho, les fue ocultado para que no lo penetraran, y tenían miedo de interrogarle acerca de este dicho.

46 Entonces entró entre ellos un razonamiento sobre quién de ellos sería el mayor.

47 Jesús, conociendo el razonamiento de sus corazones, tomó a un niñito, lo puso a su lado,

48 y les dijo: “Cualquiera que reciba a este niñito sobre la base de mi nombre, a mí me recibe [también], y cualquiera que me recibe a mí, recibe [también] al que me envió. Porque el que se porta como uno de los menores entre todos ustedes es el que es grande”.

49 Respondiendo, Juan dijo: “Instructor, vimos a cierto hombre que expulsaba demonios por el uso de tu nombre y tratamos de impedírselo, porque no sigue con nosotros”.

50 Pero Jesús le dijo: “No traten de impedír[selo], porque el que no está contra ustedes está a favor de ustedes”.

51 Como ya se cumplían los días en que había de ser tomado arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén.

52 De modo que envió mensajeros delante de sí. Y ellos fueron por su camino y entraron en una aldea de samaritanos, para hacerle preparativos;

53 mas estos no lo recibieron, porque él tenía el rostro fijo para ir a Jerusalén.

54 Cuando los discípulos Santiago y Juan vieron esto, dijeron: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los aniquile?”.

55 Pero él se volvió y los reprendió.

56 De modo que fueron a una aldea diferente.

57 Ahora bien, mientras iban por el camino, alguien le dijo: “Te seguiré a cualquier lugar adonde partas”.

58 Y Jesús le dijo: “Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo tienen donde posarse, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza”.

59 Luego dijo a otro: “Sé mi seguidor”. El hombre dijo: “Permíteme primero ir y enterrar a mi padre”.

60 Pero él le dijo: “Deja que los muertos entierren a sus muertos, mas vete tú y declara por todas partes el reino de Dios”.

61 Y uno más dijo: “Te seguiré, Señor; pero primero permíteme despedirme de los de mi casa”.

62 Jesús le dijo: “Nadie que ha puesto la mano en el arado y mira a las cosas [que deja] atrás es muy apto para el reino de Dios”.