< Anterior |
Siguiente > |
1 Aquel día se leyó en el libro de Moisés, oyéndolo el pueblo, y fue hallado escrito en él que los amonitas y moabitas no debían entrar jamás en la congregación de Dios,
2 por cuanto no salieron a recibir a los hijos de Israel con pan y agua, sino que dieron dinero a Balaam para que los maldijera; mas nuestro Dios volvió la maldición en bendición.
3 Cuando oyeron, pues, la ley, separaron de Israel a todos los mezclados con extranjeros.
4 Y antes de esto el sacerdote Eliasib, siendo jefe de la cámara de la casa de nuestro Dios, había emparentado con Tobías,
5 y le había hecho una gran cámara, en la cual guardaban antes las ofrendas, el incienso, los utensilios, el diezmo del grano, del vino y del aceite, que estaba mandado dar a los levitas, a los cantores y a los porteros, y la ofrenda de los sacerdotes.
6 Mas a todo esto, yo no estaba en Jerusalén, porque en el año treinta y dos de Artajerjes rey de Babilonia fui al rey; y al cabo de algunos días pedí permiso al rey
7 para volver a Jerusalén; y entonces supe del mal que había hecho Eliasib por consideración a Tobías, haciendo para él una cámara en los atrios de la casa de Dios.
8 Y me dolió en gran manera; y arrojé todos los muebles de la casa de Tobías fuera de la cámara,
9 y dije que limpiasen las cámaras, e hice volver allí los utensilios de la casa de Dios, las ofrendas y el incienso.
10 Encontré asimismo que las porciones para los levitas no les habían sido dadas, y que los levitas y cantores que hacían el servicio habían huido cada uno a su heredad.
11 Entonces reprendí a los oficiales, y dije: ¿Por qué está la casa de Dios abandonada? Y los reuní y los puse en sus puestos.
12 Y todo Judá trajo el diezmo del grano, del vino y del aceite, a los almacenes.
13 Y puse por mayordomos de ellos al sacerdote Selemías y al escriba Sadoc, y de los levitas a Pedaías; y al servicio de ellos a Hanán hijo de Zacur, hijo de Matanías; porque eran tenidos por fieles, y ellos tenían que repartir a sus hermanos.
14 Acuérdate de mí, oh Dios, en orden a esto, y no borres mis misericordias que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio.
15 En aquellos días vi en Judá a algunos que pisaban en lagares en el día de reposo, y que acarreaban haces, y cargaban asnos con vino, y también de uvas, de higos y toda suerte de carga, y que traían a Jerusalén en día de reposo; y los amonesté acerca del día en que vendían las provisiones.
16 También había en la ciudad tirios que traían pescado y toda mercadería, y vendían en día de reposo a los hijos de Judá en Jerusalén.
17 Y reprendí a los señores de Judá y les dije: ¿Qué mala cosa es esta que vosotros hacéis, profanando así el día de reposo?
18 ¿No hicieron así vuestros padres, y trajo nuestro Dios todo este mal sobre nosotros y sobre esta ciudad? ¿Y vosotros añadís ira sobre Israel profanando el día de reposo?
19 Sucedió, pues, que cuando iba oscureciendo a las puertas de Jerusalén antes del día de reposo, dije que se cerrasen las puertas, y ordené que no las abriesen hasta después del día de reposo; y puse a las puertas algunos de mis criados, para que en día de reposo no introdujeran carga.
20 Y se quedaron fuera de Jerusalén una y dos veces los negociantes y los que vendían toda especie de mercancía.
21 Y les amonesté y les dije: ¿Por qué os quedáis vosotros delante del muro? Si lo hacéis otra vez, os echaré mano. Desde entonces no vinieron en día de reposo.
22 Y dije a los levitas que se purificasen y viniesen a guardar las puertas, para santificar el día del reposo. También por esto acuérdate de mí, Dios mío, y perdóname según la grandeza de tu misericordia.
23 Vi asimismo en aquellos días a judíos que habían tomado mujeres de Asdod, amonitas, y moabitas;
24 y la mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod, porque no sabían hablar judaico, sino que hablaban conforme a la lengua de cada pueblo.
25 Y reñí con ellos, y los maldije, y herí a algunos de ellos, y les arranqué los cabellos, y les hice jurar, diciendo: No daréis vuestras hijas a sus hijos, y no tomaréis de sus hijas para vuestros hijos, ni para vosotros mismos.
26 ¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel? Bien que en muchas naciones no hubo rey como él, que era amado de su Dios, y Dios lo había puesto por rey sobre todo Israel, aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras.
27 ¿Y obedeceremos a vosotros para cometer todo este mal tan grande de prevaricar contra nuestro Dios, tomando mujeres extranjeras?
28 Y uno de los hijos de Joiada hijo del sumo sacerdote Eliasib era yerno de Sanbalat horonita; por tanto, lo ahuyenté de mí.
29 Acuérdate de ellos, Dios mío, contra los que contaminan el sacerdocio, y el pacto del sacerdocio y de los levitas.
30 Los limpié, pues, de todo extranjero, y puse a los sacerdotes y levitas por sus grupos, a cada uno en su servicio;
31 y para la ofrenda de la leña en los tiempos señalados, y para las primicias. Acuérdate de mí, Dios mío, para bien.
1 En aquel día hubo lectura en el libro de Moisés a oídos del pueblo; y en él se halló escrito que el ammonita y el moabita no debían entrar en la congregación del Dios [verdadero] hasta tiempo indefinido,
2 porque no habían salido al encuentro de los hijos de Israel con pan y con agua, sino que se pusieron a alquilar contra ellos a Balaam para que invocara el mal contra ellos. Sin embargo, nuestro Dios cambió la invocación de mal en una invocación de bien.
3 Por lo tanto aconteció que, en cuanto oyeron la ley, empezaron a separar de Israel a toda la compañía mixta.
4 Antes de esto, sin embargo, Eliasib el sacerdote encargado de un comedor de la casa de nuestro Dios era pariente de Tobías;
5 y procedió a hacerle un comedor grande, donde anteriormente habían estado poniendo con regularidad la ofrenda de grano, el olíbano, y los utensilios, y el décimo del grano, del vino nuevo y del aceite, a lo cual tienen derecho los levitas y los cantores y los porteros, y la contribución para los sacerdotes.
6 Y durante todo este [tiempo] yo no me hallaba en Jerusalén, porque en el año treinta y dos de Artajerjes el rey de Babilonia yo fui al rey, y algún tiempo después pedí licencia del rey.
7 Entonces vine a Jerusalén y llegué a fijarme en la maldad que Eliasib había cometido a favor de Tobías al haberle hecho un salón en el patio de la casa del Dios [verdadero].
8 Y me pareció muy mal. De manera que arrojé fuera del comedor todos los muebles de la casa de Tobías.
9 Después de eso dije [la palabra] y los comedores fueron limpiados; y procedí a poner allí de nuevo los utensilios de la casa del Dios [verdadero], con la ofrenda de grano y el olíbano.
10 Y llegué a enterarme de que las mismísimas porciones de los levitas no se [les] habían dado, de modo que los levitas y los cantores que hacían la obra se fueron huyendo, cada uno a su propio campo.
11 Y empecé a señalar sus faltas a los gobernantes diputados y a decir: “¿Por qué se ha descuidado la casa del Dios [verdadero]?”. En consecuencia, los junté y los aposté en su lugar fijo.
12 Y todo Judá, por su parte, trajo el décimo del grano y del vino nuevo y del aceite a los almacenes.
13 Entonces puse a Selemías el sacerdote y a Sadoc el copista y a Pedaya de los levitas a cargo de los almacenes; y bajo el control de ellos estaba Hanán hijo de Zacur hijo de Matanías, porque se les consideraba fieles; y sobre ellos recayó el hacer la distribución a sus hermanos.
14 Acuérdate de mí, sí, oh Dios mío, tocante a esto, y no borres mis actos de bondad amorosa que he ejecutado en conexión con la casa de mi Dios y la custodia de ella.
15 En aquellos días vi en Judá a personas que pisaban los lagares en sábado y traían montones de grano y [los] cargaban sobre asnos, y también vino, uvas e higos y toda suerte de carga, y [los] introducían en Jerusalén en día de sábado; y procedí a testificar [contra ellos] en el día que vendían provisiones.
16 Y en [la ciudad] moraban los tirios mismos, los cuales introducían pescado y toda suerte de mercancías, y hacían ventas en sábado a los hijos de Judá y en Jerusalén.
17 De manera que empecé a señalar sus faltas a los nobles de Judá y a decirles: “¿Qué es esta cosa mala que ustedes están haciendo, aun profanando el día de sábado?
18 ¿No fue así como hicieron sus antepasados, de manera que nuestro Dios trajo sobre nosotros toda esta calamidad, y también sobre esta ciudad? No obstante, ustedes están añadiendo a la cólera ardiente contra Israel al profanar el sábado”.
19 Y aconteció que, tan pronto como las puertas de Jerusalén hubieron quedado envueltas en sombras antes del sábado, inmediatamente dije [la palabra], y las puertas empezaron a cerrarse. Dije además que no las abrieran sino hasta después del sábado; y aposté a algunos de mis propios servidores a las puertas para que no entrara ninguna carga en día de sábado.
20 En consecuencia, los comerciantes y los vendedores de toda suerte de mercancías pasaron la noche fuera de Jerusalén una vez y la segunda vez.
21 Entonces procedí a testificar contra ellos y a decirles: “¿Por qué están pasando la noche enfrente del muro? Si lo hacen otra vez, les echaré mano”. Desde ese tiempo en adelante no vinieron en sábado.
22 Y pasé a decir a los levitas que con regularidad estuvieran purificándose y entrando, estando de guardia en las puertas para santificar el día de sábado. Esto, también, recuerda a favor mío, sí, oh Dios mío, y de veras tenme lástima conforme a la abundancia de tu bondad amorosa.
23 También, en aquellos días vi a los judíos que habían dado morada a esposas asdoditas, ammonitas [y] moabitas.
24 Y en cuanto a sus hijos, la mitad hablaba asdodeo, y no había ninguno de ellos que supiera hablar judío, sino en la lengua de los diferentes pueblos.
25 Y empecé a señalarles sus faltas y a invocar el mal contra ellos y a golpear a algunos hombres de ellos y a arrancarles el cabello y a hacerles jurar por Dios: “No deben dar sus hijas a los hijos de ellos, y no deben aceptar a ninguna de las hijas de ellos para los hijos de ustedes ni para ustedes mismos.
26 ¿No fue a causa de estas que Salomón el rey de Israel pecó? Y entre las muchas naciones resultó que no hubo rey como él; y sucedió que fue amado de su Dios, de modo que Dios lo constituyó rey sobre todo Israel. Aun a él las esposas extranjeras le hicieron pecar.
27 Y ¿no es algo inaudito el que ustedes cometan toda esta gran maldad de actuar infielmente contra nuestro Dios, dando morada a esposas extranjeras?”.
28 Y uno de los hijos de Joiadá hijo de Eliasib el sumo sacerdote era yerno de Sanbalat el horonita. De modo que lo ahuyenté de mí.
29 Acuérdate de ellos, sí, oh Dios mío, a causa de la profanación del sacerdocio y del pacto del sacerdocio y de los levitas.
30 Y los purifiqué de todo lo extranjero y procedí a asignar deberes a los sacerdotes y a los levitas, a cada uno en su propio trabajo,
31 aun para el suministro de leña a tiempos señalados, y para los primeros frutos maduros. Acuérdate de mí, sí, oh Dios mío, para bien.