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La Palabra de Dios preservada y viva

NUMEROS 11 Paralela rv60
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Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de los extremos del campamento.

2 Entonces el pueblo clamó a Moisés, y Moisés oró a Jehová, y el fuego se extinguió.

3 Y llamó a aquel lugar Tabera, porque el fuego de Jehová se encendió en ellos.

4 Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos diera a comer carne!

5 Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos;

6 y ahora nuestra alma se seca; pues nada sino este maná ven nuestros ojos.

7 Y era el maná como semilla de culantro, y su color como color de bedelio.

8 El pueblo se esparcía y lo recogía, y lo molía en molinos o lo majaba en morteros, y lo cocía en caldera o hacía de él tortas; su sabor era como sabor de aceite nuevo.

9 Y cuando descendía el rocío sobre el campamento de noche, el maná descendía sobre él.

10 Y oyó Moisés al pueblo, que lloraba por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira de Jehová se encendió en gran manera; también le pareció mal a Moisés.

11 Y dijo Moisés a Jehová: ¿Por qué has hecho mal a tu siervo? ¿y por qué no he hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí?

12 ¿Concebí yo a todo este pueblo? ¿Lo engendré yo, para que me digas: Llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres?

13 ¿De dónde conseguiré yo carne para dar a todo este pueblo? Porque lloran a mí, diciendo: Danos carne que comamos.

14 No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía.

15 Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des muerte, si he hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal.

16 Entonces Jehová dijo a Moisés: Reúneme setenta varones de los ancianos de Israel, que tú sabes que son ancianos del pueblo y sus principales; y tráelos a la puerta del tabernáculo de reunión, y esperen allí contigo.

17 Y yo descenderé y hablaré allí contigo, y tomaré del espíritu que está en ti, y pondré en ellos; y llevarán contigo la carga del pueblo, y no la llevarás tú solo.

18 Pero al pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque habéis llorado en oídos de Jehová, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! ¡Ciertamente mejor nos iba en Egipto! Jehová, pues, os dará carne, y comeréis.

19 No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días,

20 sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Jehová que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto?

21 Entonces dijo Moisés: Seiscientos mil de a pie es el pueblo en medio del cual yo estoy; ¡y tú dices: Les daré carne, y comerán un mes entero!

22 ¿Se degollarán para ellos ovejas y bueyes que les basten? ¿o se juntarán para ellos todos los peces del mar para que tengan abasto?

23 Entonces Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no.

24 Y salió Moisés y dijo al pueblo las palabras de Jehová; y reunió a los setenta varones de los ancianos del pueblo, y los hizo estar alrededor del tabernáculo.

25 Entonces Jehová descendió en la nube, y le habló; y tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones ancianos; y cuando posó sobre ellos el espíritu, profetizaron, y no cesaron.

26 Y habían quedado en el campamento dos varones, llamados el uno Eldad y el otro Medad, sobre los cuales también reposó el espíritu; estaban éstos entre los inscritos, pero no habían venido al tabernáculo; y profetizaron en el campamento.

27 Y corrió un joven y dio aviso a Moisés, y dijo: Eldad y Medad profetizan en el campamento.

28 Entonces respondió Josué hijo de Nun, ayudante de Moisés, uno de sus jóvenes, y dijo: Señor mío Moisés, impídelos.

29 Y Moisés le respondió: ¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el pueblo de Jehová fuese profeta, y que Jehová pusiera su espíritu sobre ellos.

30 Y Moisés volvió al campamento, él y los ancianos de Israel.

31 Y vino un viento de Jehová, y trajo codornices del mar, y las dejó sobre el campamento, un día de camino a un lado, y un día de camino al otro, alrededor del campamento, y casi dos codos sobre la faz de la tierra.

32 Entonces el pueblo estuvo levantado todo aquel día y toda la noche, y todo el día siguiente, y recogieron codornices; el que menos, recogió diez montones; y las tendieron para sí a lo largo alrededor del campamento.

33 Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Jehová se encendió en el pueblo, e hirió Jehová al pueblo con una plaga muy grande.

34 Y llamó el nombre de aquel lugar Kibrot-hataava, por cuanto allí sepultaron al pueblo codicioso.

35 De Kibrot-hataava partió el pueblo a Hazerot, y se quedó en Hazerot.

  X


1 Ahora bien, el pueblo llegó a ser como hombres que tienen algo malo de qué quejarse a oídos de Jehová. Cuando Jehová llegó a oírlo, entonces su cólera se enardeció, y un fuego de Jehová empezó a encenderse contra ellos y a consumir a algunos en la extremidad del campamento.

2 Cuando el pueblo empezó a clamar a Moisés, él entonces hizo súplica a Jehová, y el fuego se apagó.

3 Y aquel lugar llegó a llamarse por nombre Taberá, porque un fuego de Jehová se había encendido contra ellos.

4 Y la muchedumbre mixta que se hallaba en medio de ellos expresó anhelo egoísta, y también los hijos de Israel se pusieron a llorar de nuevo y a decir: “¿Quién nos dará carne para comer?

5 ¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos de balde en Egipto, de los pepinos y las sandías y los puerros y las cebollas y el ajo!

6 Pero ahora nuestra alma se halla seca. Nuestros ojos no se posan en cosa alguna sino en el maná”.

7 A propósito, el maná era como semilla de cilantro, y su aspecto era como el aspecto del bedelio.

8 El pueblo se esparcía y lo recogía y lo molía en molinos de mano o lo machacaba en mortero, y lo cocía en ollas o hacía de él tortas redondas, y su sabor resultaba como el sabor de una torta dulce aceitada.

9 Y cuando el rocío descendía sobre el campamento por la noche, el maná descendía sobre él.

10 Y Moisés llegó a oír al pueblo llorando en sus familias, cada hombre a la entrada de su tienda. Y la cólera de Jehová empezó a enardecerse en gran manera, y aquello fue malo a los ojos de Moisés.

11 Entonces Moisés dijo a Jehová: “¿Por qué has causado mal a tu siervo, y por qué no he hallado favor a tus ojos, de modo que has colocado sobre mí la carga de todo este pueblo?

12 ¿He concebido yo mismo a todo este pueblo? ¿Soy yo quien los ha dado a luz, para que me digas: ‘Llévalos en tu seno, tal como el que hace de nodriza lleva al niño de pecho’, al suelo acerca del cual juraste a sus antepasados?

13 ¿De dónde tengo yo carne para dar a todo este pueblo? Pues, siguen llorando hacia mí, diciendo: ‘¡Danos carne, sí, y déjanos comer!’.

14 No puedo, por mí solo, llevar a todo este pueblo, porque es demasiado pesado para mí.

15 Por eso, si de esta manera estás haciendo conmigo, por favor, mátame [y acábame] del todo, si he hallado favor a tus ojos, y no mire yo mi calamidad”.

16 A su vez Jehová dijo a Moisés: “Reúneme setenta hombres de los ancianos de Israel, de quienes de veras conozcas que son ancianos del pueblo y oficiales suyos, y tienes que llevarlos a la tienda de reunión, y ellos tienen que apostarse allí contigo.

17 Y yo tendré que descender y hablar contigo allí; y tendré que quitar parte del espíritu que está sobre ti y colocarlo sobre ellos, y ellos tendrán que ayudarte a llevar la carga del pueblo para que no la lleves tú, tú solo.

18 Y debes decir al pueblo: ‘Santifíquense para mañana, puesto que ciertamente comerán carne, porque han llorado a oídos de Jehová, diciendo: “¿Quién nos dará carne para comer?, pues nos iba bien en Egipto”.

19 Comerán, no un solo día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días,

20 sino hasta un mes de días, hasta que se les salga por las narices y lleguen a tenerle asco, simplemente porque ustedes rechazaron a Jehová, que está en medio de ustedes, y se pusieron a llorar delante de él, diciendo: “¿Por qué hemos salido de Egipto?”’”.

21 Entonces Moisés dijo: “El pueblo en medio de quien estoy cuenta con seiscientos mil hombres de a pie, ¡y, sin embargo, tú... tú has dicho: ‘Les daré carne, y ciertamente comerán por un mes de días’!

22 ¿Se les degollarán rebaños y vacadas, para que les baste? ¿O se les pescarán todos los peces del mar, para que les baste?”.

23 Ante esto, Jehová dijo a Moisés: “Es que la mano de Jehová está acortada, ¿no? Ahora verás si lo que digo te acaece o no”.

24 Después de eso Moisés salió y habló al pueblo las palabras de Jehová. Y se puso a reunir setenta hombres de los ancianos del pueblo, y procedió a hacer que estuvieran de pie alrededor de la tienda.

25 Entonces Jehová descendió en una nube y le habló y le quitó parte del espíritu que estaba sobre él y lo puso sobre cada uno de los setenta ancianos. Y aconteció que, tan pronto como el espíritu se posó sobre ellos, entonces procedieron a actuar como profetas; pero no volvieron a hacerlo.

26 Ahora bien, dos de los hombres habían quedado en el campamento. El nombre del uno era Eldad, y el nombre del otro era Medad. Y el espíritu empezó a posarse sobre ellos, puesto que se contaban entre los anotados, pero no habían salido a la tienda. De modo que se pusieron a actuar como profetas en el campamento.

27 Y un joven se puso a correr e informarlo a Moisés y a decir: “¡Eldad y Medad están actuando como profetas en el campamento!”.

28 Entonces Josué hijo de Nun, el ministro de Moisés desde su mocedad en adelante, respondió y dijo: “¡Señor mío, Moisés, deténlos!”.

29 Sin embargo, Moisés le dijo: “¿Sientes celos por mí? No, ¡quisiera yo que todo el pueblo de Jehová fueran profetas, porque Jehová pondría su espíritu sobre ellos!”.

30 Más tarde Moisés se retiró al campamento, él y los ancianos de Israel.

31 Y un viento prorrumpió de parte de Jehová y empezó a impeler codornices desde el mar y a dejarlas caer sobre el campamento, como el camino de un día por esta dirección y como el camino de un día por la otra dirección, todo en derredor del campamento, y como dos codos sobre la superficie de la tierra.

32 Entonces el pueblo se levantó todo aquel día y toda la noche y todo el día siguiente y siguió recogiendo las codornices. El que menos juntó, recogió diez homeres; y siguieron tendiéndolas extensamente para sí todo en derredor del campamento.

33 La carne estaba todavía entre sus dientes, antes que pudiera ser masticada, cuando se encendió la cólera de Jehová contra el pueblo, y Jehová empezó a herir al pueblo con una matanza sumamente grande.

34 Aquel lugar llegó a llamarse por nombre Quibrot-hataavá, porque allí enterraron a la gente que mostró vehemente deseo egoísta.

35 De Quibrot-hataavá el pueblo partió para Hazerot, y continuaron en Hazerot.