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La Palabra de Dios preservada y viva

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1 Luego me fijé en tanta opresión que hay en esta vida. Vi llorar a los oprimidos, y no había quien los consolara; el poder estaba del lado de sus opresores, y no había quien los consolara.

2 Y consideré más felices a los que ya han muerto que a los que aún viven,

3 aunque en mejor situación están los que aún no han nacido, los que no han visto aún la maldad que se comete en esta vida.

4 Vi además que tanto el afán como el éxito en la vida despiertan envidias. Y también esto es absurdo; ¡es correr tras el viento!

5 El necio se cruza de brazos, y acaba muriéndose de hambre.

6 Más vale poco con tranquilidad que mucho con fatiga…

7 Me fijé entonces en otro absurdo en esta vida:

8 vi a un hombre solitario, sin hijos ni hermanos, y que nunca dejaba de afanarse; ¡jamás le parecían demasiadas sus riquezas! «¿Para quién trabajo tanto, y me abstengo de las cosas buenas?», se preguntó. ¡También esto es absurdo, y una penosa tarea!

9 Más valen dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo.

10 Si caen, el uno levanta al otro. ¡Ay del que cae

11 Si dos se acuestan juntos, entrarán en calor;

12 Uno solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir.

13 Más vale joven pobre pero sabio que rey viejo pero necio,

14 Aunque de la cárcel haya ascendido al trono, o haya nacido pobre en ese reino,

15 en esta vida he visto que la gente apoya al joven que sucede al rey.

16 Y aunque es incontable la gente que sigue a los reyes, muchos de los que vienen después tampoco quedan contentos con el sucesor. Y también esto es absurdo; ¡es correr tras el viento!



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