1 Tú, Señor, eres justo cuando argumento contigo.
2 Tú los plantas, y ellos echan raíces; crecen y dan fruto.
3 A mí, Señor, tú me conoces; tú me ves y sabes lo que siento por ti.
4 ¿Hasta cuándo estará seca la tierra, y marchita la hierba de todos los campos?
5 «Si los que corren a pie han hecho que te canses, ¿cómo competirás con los caballos?
6 Aun tus hermanos, los de tu propia familia, te han traicionado y gritan contra ti.
7 »He abandonado mi casa, he rechazado mi herencia,
8 Mis herederos se han comportado conmigo como leones en la selva.
9 Mi heredad es para mí como un ave de muchos colores
10 Muchos pastores han destruido mi viña, han pisoteado mi terreno;
11 La han dejado en ruinas, seca y desolada ante mis ojos;
12 Sobre todas las lomas del desierto vinieron depredadores.
13 Sembraron trigo y cosecharon espinos; ¡de nada les valió su esfuerzo!
14 Así dice el Señor: «En cuanto a todos los vecinos malvados que tocaron la heredad que le di a mi pueblo Israel, los arrancaré de sus tierras, y a la tribu de Judá la quitaré de en medio de ellos.
15 Después que los haya desarraigado, volveré a tener compasión de ellos, y los haré regresar, cada uno a su heredad y a su propio país.
16 Y, si aprenden bien los caminos de mi pueblo y, si así como enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, aprenden a jurar por mi nombre y dicen: “Por la vida del Señor”, entonces serán establecidos en medio de mi pueblo.
17 Pero a la nación que no obedezca, la desarraigaré por completo y la destruiré», afirma el Señor.