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La Palabra de Dios preservada y viva

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1 En las manos del Señor el corazón del rey es como un río: sigue el curso que el Señor le ha trazado.

2 A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los corazones.

3 Practicar la justicia y el derecho lo prefiere el Señor a los sacrificios.

4 Los ojos altivos, el corazón orgulloso y la lámpara de los malvados son pecado.

5 Los planes bien pensados: ¡pura ganancia! Los planes apresurados: ¡puro fracaso!

6 La fortuna amasada por la lengua embustera se esfuma como la niebla y es mortal como una trampa.

7 La violencia de los malvados los destruirá, porque se niegan a practicar la justicia.

8 Torcido es el camino del culpable, pero recta la conducta del hombre honrado.

9 Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con mujer pendenciera.

10 El malvado solo piensa en el mal; jamás se compadece de su prójimo.

11 Cuando se castiga al insolente, aprende el inexperto;

12 El justo se fija en la casa del malvado, y ve cuando este acaba en la ruina.

13 Quien cierra sus oídos al clamor del pobre llorará también sin que nadie le responda.

14 El regalo secreto apacigua el enojo; el obsequio discreto calma la ira violenta.

15 Cuando se hace justicia, se alegra el justo y tiembla el malhechor.

16 Quien se aparta de la senda del discernimiento irá a parar entre los muertos.

17 El que ama el placer se quedará en la pobreza; el que ama el vino y los perfumes jamás será rico.

18 El malvado pagará por el justo, y el traidor por el hombre intachable.

19 Más vale habitar en el desierto que con mujer pendenciera y de mal genio.

20 En casa del sabio abundan las riquezas y el perfume, pero el necio todo lo despilfarra.

21 El que va tras la justicia y el amor halla vida, prosperidad y honra.

22 El sabio conquista la ciudad de los valientes y derriba el baluarte en que ellos confiaban.

23 El que refrena su boca y su lengua se libra de muchas angustias.

24 Orgulloso y arrogante, y famoso por insolente, es quien se comporta con desmedida soberbia.

25 La codicia del perezoso lo lleva a la muerte, porque sus manos se niegan a trabajar;

26 todo el día se lo pasa codiciando, pero el justo da con generosidad.

27 El sacrificio de los malvados es detestable, y más aún cuando se ofrece con mala intención.

28 El testigo falso perecerá, y quien le haga caso será destruido para siempre.

29 El malvado es inflexible en sus decisiones; el justo examina su propia conducta.

30 De nada sirven ante el Señor la sabiduría, la inteligencia y el consejo.

31 Se alista al caballo para el día de la batalla, pero la victoria depende del Señor.



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