“ Pero Daniel, tan pronto como supo que el escrito había sido firmado, entró en su casa, y, las ventanas de su cámara del techo estando abiertas para él hacia Jerusalén, hasta tres veces al día se hincaba de rodillas y oraba y ofrecía alabanza delante de su Dios, como había estado haciendo regularmente antes de esto.
.”
Traducción del Nuevo Mundo 1987 (tnm)