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GENESIS 37 Paralela rv60
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Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 Habitó Jacob en la tierra donde había morado su padre, en la tierra de Canaán.

2 Esta es la historia de la familia de Jacob: José, siendo de edad de diecisiete años, apacentaba las ovejas con sus hermanos; y el joven estaba con los hijos de Bilha y con los hijos de Zilpa, mujeres de su padre; e informaba José a su padre la mala fama de ellos.

3 Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores.

4 Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente.

5 Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía.

6 Y él les dijo: Oíd ahora este sueño que he soñado:

7 He aquí que atábamos manojos en medio del campo, y he aquí que mi manojo se levantaba y estaba derecho, y que vuestros manojos estaban alrededor y se inclinaban al mío.

8 Le respondieron sus hermanos: ¿Reinarás tú sobre nosotros, o señorearás sobre nosotros? Y le aborrecieron aun más a causa de sus sueños y sus palabras.

9 Soñó aun otro sueño, y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí que he soñado otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí.

10 Y lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti?

11 Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre meditaba en esto.

12 Después fueron sus hermanos a apacentar las ovejas de su padre en Siquem.

13 Y dijo Israel a José: Tus hermanos apacientan las ovejas en Siquem: ven, y te enviaré a ellos. Y él respondió: Heme aquí.

14 E Israel le dijo: Ve ahora, mira cómo están tus hermanos y cómo están las ovejas, y tráeme la respuesta. Y lo envió del valle de Hebrón, y llegó a Siquem.

15 Y lo halló un hombre, andando él errante por el campo, y le preguntó aquel hombre, diciendo: ¿Qué buscas?

16 José respondió: Busco a mis hermanos; te ruego que me muestres dónde están apacentando.

17 Aquel hombre respondió: Ya se han ido de aquí; y yo les oí decir: Vamos a Dotán. Entonces José fue tras de sus hermanos, y los halló en Dotán.

18 Cuando ellos lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos, conspiraron contra él para matarle.

19 Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador.

20 Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños.

21 Cuando Rubén oyó esto, lo libró de sus manos, y dijo: No lo matemos.

22 Y les dijo Rubén: No derraméis sangre; echadlo en esta cisterna que está en el desierto, y no pongáis mano en él; por librarlo así de sus manos, para hacerlo volver a su padre.

23 Sucedió, pues, que cuando llegó José a sus hermanos, ellos quitaron a José su túnica, la túnica de colores que tenía sobre sí;

24 y le tomaron y le echaron en la cisterna; pero la cisterna estaba vacía, no había en ella agua.

25 Y se sentaron a comer pan; y alzando los ojos miraron, y he aquí una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, y sus camellos traían aromas, bálsamo y mirra, e iban a llevarlo a Egipto.

26 Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte?

27 Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él.

28 Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto.

29 Después Rubén volvió a la cisterna, y no halló a José dentro, y rasgó sus vestidos.

30 Y volvió a sus hermanos, y dijo: El joven no parece; y yo, ¿adónde iré yo?

31 Entonces tomaron ellos la túnica de José, y degollaron un cabrito de las cabras, y tiñeron la túnica con la sangre;

32 y enviaron la túnica de colores y la trajeron a su padre, y dijeron: Esto hemos hallado; reconoce ahora si es la túnica de tu hijo, o no.

33 Y él la reconoció, y dijo: La túnica de mi hijo es; alguna mala bestia lo devoró; José ha sido despedazado.

34 Entonces Jacob rasgó sus vestidos, y puso cilicio sobre sus lomos, y guardó luto por su hijo muchos días.

35 Y se levantaron todos sus hijos y todas sus hijas para consolarlo; mas él no quiso recibir consuelo, y dijo: Descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol. Y lo lloró su padre.

36 Y los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia.

  X


1 Y Jacob continuó morando en la tierra de las residencias de forastero de su padre, en la tierra de Canaán.

2 Esta es la historia de Jacob. José, a los diecisiete años de edad, se hallaba cuidando ovejas con sus hermanos entre el rebaño, y, puesto que solo era un muchacho, estaba con los hijos de Bilhá y con los hijos de Zilpá, las esposas de su padre. Así que José llevó un mal informe acerca de ellos a su padre.

3 E Israel amaba a José más que a todos sus otros hijos, porque era el hijo de su vejez; y mandó hacerle una prenda de vestir parecida a camisa, larga y rayada.

4 Cuando sus hermanos llegaron a ver que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, empezaron a odiarlo, y no podían hablarle pacíficamente.

5 Más tarde José tuvo un sueño y lo refirió a sus hermanos, y ellos hallaron más razón para odiarlo.

6 Y pasó a decirles: “Escuchen, por favor, este sueño que he soñado.

7 Resulta, pues, que estábamos atando gavillas en medio del campo, cuando sucedió que mi gavilla se levantó y también quedó enhiesta, y sucedió que las gavillas de ustedes procedieron a rodear mi gavilla y a inclinarse ante ella”.

8 Y sus hermanos empezaron a decirle: “¿Vas a ser rey sobre nosotros de seguro?, ¿o vas a dominar sobre nosotros de seguro?”. Así que hallaron nueva razón para odiarlo por sus sueños y por sus palabras.

9 Después, todavía tuvo otro sueño, y lo contó a sus hermanos y dijo: “Miren que otra vez he tenido un sueño, y resulta que el sol y la luna y once estrellas estaban inclinándose ante mí”.

10 Entonces lo contó a su padre así como a sus hermanos, y su padre empezó a reprenderlo y a decirle: “¿Qué significa este sueño que has soñado? ¿Acaso yo y también tu madre y tus hermanos vamos a venir de seguro e inclinarnos a tierra ante ti?”.

11 Y sus hermanos se pusieron celosos de él, pero su padre observó el dicho.

12 Luego sus hermanos fueron a apacentar el rebaño de su padre cerca de Siquem.

13 Poco después, Israel dijo a José: “¿No están tus hermanos cuidando [rebaños] cerca de Siquem? Ven, y déjame enviarte a ellos”. Ante esto, él le dijo: “¡Aquí estoy!”.

14 De modo que le dijo: “Anda, por favor. Ve si tus hermanos están sanos y salvos y si el rebaño está sano y salvo, y tráeme palabra de vuelta”. Con eso, lo envió de la llanura baja de Hebrón, y él prosiguió hacia Siquem.

15 Más tarde lo halló un hombre, y sucedía que andaba errante en un campo. Entonces el hombre le preguntó, diciendo: “¿Qué estás buscando?”.

16 A esto él dijo: “Es a mis hermanos a quienes estoy buscando. Infórmame, por favor: ¿Dónde están cuidando rebaños?”.

17 Y el hombre continuó: “Han partido de aquí, porque les oí decir: ‘Vamos a Dotán’”. De modo que José siguió tras sus hermanos y los halló en Dotán.

18 Ahora bien, ellos alcanzaron a verlo de lejos, y antes que llegara cerca de ellos se pusieron a maquinar astutamente contra él para darle muerte.

19 De modo que se dijeron unos a otros: “¡Miren! Ahí viene ese soñador.

20 Y ahora vengan y matémoslo y arrojémoslo en una de las cisternas; y tenemos que decir que una feroz bestia salvaje lo devoró. Entonces veremos en qué vendrán a parar sus sueños”.

21 Cuando Rubén oyó esto, trató de librarlo de las manos de ellos. Por eso dijo: “No hiramos mortalmente su alma”.

22 Y Rubén pasó a decirles: “No viertan sangre. Arrójenlo en esta cisterna que está en el desierto y no pongan sobre él mano violenta”. Era su propósito librarlo de la mano de ellos a fin de devolverlo a su padre.

23 De modo que aconteció que, en cuanto José llegó a sus hermanos, estos se pusieron a quitar a José su prenda de vestir larga, sí, la larga prenda de vestir rayada que llevaba puesta;

24 después de eso lo tomaron y lo arrojaron en la cisterna. En aquella ocasión la cisterna estaba vacía; no había agua en ella.

25 Entonces se sentaron a comer pan. Cuando alzaron los ojos y miraron, pues, aquí venía de Galaad una caravana de ismaelitas, y sus camellos iban cargados de ládano y bálsamo y cáscara resinosa, e iban bajando para llevarlo a Egipto.

26 En esto Judá dijo a sus hermanos: “¿Qué ganancia habría en caso de que matáramos a nuestro hermano y de veras encubriéramos su sangre?

27 Vengan y vendámoslo a los ismaelitas, y no esté nuestra mano sobre él. Después de todo, es nuestro hermano, nuestra carne”. Así que ellos escucharon a su hermano.

28 Ahora bien, iban pasando hombres, mercaderes madianitas. Por lo tanto halaron y alzaron a José de la cisterna, y entonces vendieron a José a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Con el tiempo estos llevaron a José a Egipto.

29 Más tarde Rubén volvió a la cisterna, y resultó que José no estaba en la cisterna. Por consiguiente, rasgó sus prendas de vestir.

30 Cuando volvió a sus otros hermanos exclamó: “¡El niño ha desaparecido! Y yo... ¿adónde realmente he de ir yo?”.

31 Sin embargo, ellos tomaron la larga prenda de vestir de José y degollaron un macho cabrío y metieron la larga prenda de vestir repetidas veces en la sangre.

32 Luego enviaron la larga prenda de vestir rayada y la mandaron llevar a su padre y dijeron: “Esto es lo que hallamos. Examina, por favor, si es la prenda de vestir larga de tu hijo o no”.

33 Y él se puso a examinarla y exclamó: “¡Es la larga prenda de vestir de mi hijo! ¡Una feroz bestia salvaje debe de haberlo devorado! ¡De seguro ha sido despedazado José!”.

34 Con eso, Jacob rasgó sus mantos y se puso saco sobre las caderas y se dio al duelo de su hijo por muchos días.

35 Y todos sus hijos y todas sus hijas siguieron levantándose para consolarlo, pero él siguió rehusando recibir consuelo, y diciendo: “¡Porque en duelo bajaré a donde mi hijo, al Seol!”. Y su padre continuó llorándolo.

36 Sin embargo, los madianitas lo vendieron en [manos de] Egipto, a Potifar, un oficial de la corte de Faraón, el jefe de la guardia de corps.