< Anterior |
Siguiente > |
1 Oídme, los que seguís la justicia, los que buscáis a Jehová. Mirad a la piedra de donde fuisteis cortados, y al hueco de la cantera de donde fuisteis arrancados.
2 Mirad a Abraham vuestro padre, y a Sara que os dio a luz; porque cuando no era más que uno solo lo llamé, y lo bendije y lo multipliqué.
3 Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto.
4 Estad atentos a mí, pueblo mío, y oídme, nación mía; porque de mí saldrá la ley, y mi justicia para luz de los pueblos.
5 Cercana está mi justicia, ha salido mi salvación, y mis brazos juzgarán a los pueblos; a mí me esperan los de la costa, y en mi brazo ponen su esperanza.
6 Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá.
7 Oídme, los que conocéis justicia, pueblo en cuyo corazón está mi ley. No temáis afrenta de hombre, ni desmayéis por sus ultrajes.
8 Porque como a vestidura los comerá polilla, como a lana los comerá gusano; pero mi justicia permanecerá perpetuamente, y mi salvación por siglos de siglos.
9 Despiértate, despiértate, vístete de poder, oh brazo de Jehová; despiértate como en el tiempo antiguo, en los siglos pasados. ¿No eres tú el que cortó a Rahab, y el que hirió al dragón?
10 ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran abismo; el que transformó en camino las profundidades del mar para que pasaran los redimidos?
11 Ciertamente volverán los redimidos de Jehová; volverán a Sion cantando, y gozo perpetuo habrá sobre sus cabezas; tendrán gozo y alegría, y el dolor y el gemido huirán.
12 Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo de hombre, que es como heno?
13 Y ya te has olvidado de Jehová tu Hacedor, que extendió los cielos y fundó la tierra; y todo el día temiste continuamente del furor del que aflige, cuando se disponía para destruir. ¿Pero en dónde está el furor del que aflige?
14 El preso agobiado será libertado pronto; no morirá en la mazmorra, ni le faltará su pan.
15 Porque yo Jehová, que agito el mar y hago rugir sus ondas, soy tu Dios, cuyo nombre es Jehová de los ejércitos.
16 Y en tu boca he puesto mis palabras, y con la sombra de mi mano te cubrí, extendiendo los cielos y echando los cimientos de la tierra, y diciendo a Sion: Pueblo mío eres tú.
17 Despierta, despierta, levántate, oh Jerusalén, que bebiste de la mano de Jehová el cáliz de su ira; porque el cáliz de aturdimiento bebiste hasta los sedimentos.
18 De todos los hijos que dio a luz, no hay quien la guíe; ni quien la tome de la mano, de todos los hijos que crió.
19 Estas dos cosas te han acontecido: asolamiento y quebrantamiento, hambre y espada. ¿Quién se dolerá de ti? ¿Quién te consolará?
20 Tus hijos desmayaron, estuvieron tendidos en las encrucijadas de todos los caminos, como antílope en la red, llenos de la indignación de Jehová, de la ira del Dios tuyo.
21 Oye, pues, ahora esto, afligida, ebria, y no de vino:
22 Así dijo Jehová tu Señor, y tu Dios, el cual aboga por su pueblo: He aquí he quitado de tu mano el cáliz de aturdimiento, los sedimentos del cáliz de mi ira; nunca más lo beberás.
23 Y lo pondré en mano de tus angustiadores, que dijeron a tu alma: Inclínate, y pasaremos por encima de ti. Y tú pusiste tu cuerpo como tierra, y como camino, para que pasaran.
1 ”Escúchenme, ustedes los que están siguiendo tras la justicia, ustedes los que están procurando hallar a Jehová. Miren a la roca de la cual fueron labrados, y al hueco del hoyo del cual fueron excavados.
2 Miren a Abrahán su padre y a Sara que gradualmente los dio a luz con dolores de parto. Porque él era uno solo cuando lo llamé, y procedí a bendecirlo y a hacer que fuera muchos.
3 Porque Jehová ciertamente consolará a Sión. De seguro consolará todos sus lugares devastados, y hará que su desierto sea como Edén, y su llanura desértica como el jardín de Jehová. Alborozo y regocijo mismos se hallarán en ella, acción de gracias y la voz de melodía.
4 ”Préstenme atención, oh pueblo mío; y grupo nacional mío, a mí presten oído. Porque de mí saldrá una ley misma, y haré que mi decisión judicial repose hasta como una luz para los pueblos.
5 Mi justicia está cerca. Mi salvación ciertamente saldrá, y mis propios brazos juzgarán hasta a los pueblos. En mí esperarán las islas mismas, y aguardarán mi brazo.
6 ”Levanten los ojos a los cielos mismos, y miren a la tierra abajo. Porque los mismísimos cielos tienen que dispersarse en fragmentos justamente como humo, y cual prenda de vestir la tierra misma se gastará, y sus habitantes mismos morirán como un sencillo jején. Pero en cuanto a mi salvación, resultará ser aun hasta tiempo indefinido, y mi propia justicia no será destrozada.
7 ”Escúchenme, ustedes, los que conocen la justicia, el pueblo en cuyo corazón está mi ley. No tengan miedo al oprobio de los hombres mortales, y no se sobrecojan de terror simplemente a causa de sus palabras injuriosas.
8 Porque la polilla se los comerá precisamente como si fueran una prenda de vestir, y la polilla de la ropa se los comerá tal como si fueran lana. Pero en cuanto a mi justicia, resultará ser aun hasta tiempo indefinido, y mi salvación hasta generaciones incontables.”
9 ¡Despierta, despierta, vístete de fuerza, oh brazo de Jehová! Despierta como en los días de mucho tiempo atrás, como durante las generaciones de tiempos del pasado remoto. ¿No eres tú el que hizo pedazos a Rahab, el que traspasó al monstruo marino?
10 ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas de la vasta profundidad? ¿El que hizo de las profundidades del mar un camino para que pasaran los recomprados?
11 Entonces los mismos redimidos de Jehová regresarán y tendrán que venir a Sión con un clamor gozoso, y regocijo hasta tiempo indefinido estará sobre la cabeza de ellos. Alborozo y regocijo alcanzarán. El desconsuelo y el suspiro ciertamente huirán.
12 “Yo... yo mismo soy Aquel que está consolándolos. ”¿Quién eres tú para que tengas miedo a un hombre mortal que ha de morir, y a un hijo de la humanidad que quedará como simple hierba verde?
13 ¿Y para que te olvidaras de Jehová tu Hacedor, Aquel que extendió los cielos y colocó el fundamento de la tierra, de modo que estuviste en pavor constantemente durante todo el día a causa de la furia del que [te] cercaba, como si él estuviera listo para arruinar[te]? ¿Y dónde está la furia del que [te] cercaba?
14 ”El que anda agachado en cadenas ciertamente será soltado velozmente, para que no vaya en muerte al hoyo y para que no [le] falte su pan.
15 ”Pero yo, Jehová, soy tu Dios, Aquel que agita el mar para que sus olas estén bulliciosas. Jehová de los ejércitos es su nombre.
16 Y pondré mis palabras en tu boca, y con la sombra de mi mano ciertamente te cubriré, a fin de plantar los cielos y colocar el fundamento de la tierra y decir a Sión: ‘Tú eres mi pueblo’.
17 ”Despiértate, despiértate, levántate, oh Jerusalén, tú que has bebido de la mano de Jehová su copa de furia. El cáliz, la copa que causa vértigo, has bebido, la has escurrido.
18 No hubo ninguno de todos los hijos que ella dio a luz que la condujera, y no hubo ninguno de todos los hijos que ella crió que la tomara de la mano.
19 Aquellas dos cosas te sobrevenían. ¿Quién se condolerá de ti? ¡Despojo violento y quebranto, y hambre y espada! ¿Quién te consolará?
20 Tus propios hijos se han desmayado. Han yacido en la cabecera de todas las calles como las ovejas silvestres en la red, como los que están llenos de la furia de Jehová, la reprensión de tu Dios.”
21 Por lo tanto, escucha esto, por favor, oh mujer afligida y borracha, pero no con vino.
22 Esto es lo que ha dicho tu Señor, Jehová, hasta tu Dios, que contiende por su pueblo: “¡Mira! Ciertamente quitaré de tu mano la copa que causa vértigo. El cáliz, mi copa de furia... ya no volverás a beber de ella.
23 Y ciertamente la pondré en la mano de los que te irritan, que han dicho a tu alma: ‘Inclínate para que pasemos’, de manera que hacías que tu espalda fuera justamente como la tierra, y como la calle para los que pasaban”.