< Anterior |
Siguiente > |
1 Aconteció que otro día vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos presentándose delante de Jehová.
2 Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella.
3 Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que todavía retiene su integridad, aun cuando tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa?
4 Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida.
5 Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.
6 Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida.
7 Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.
8 Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza.
9 Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.
10 Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.
11 Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían convenido en venir juntos para condolerse de él y para consolarle.
12 Los cuales, alzando los ojos desde lejos, no lo conocieron, y lloraron a gritos; y cada uno de ellos rasgó su manto, y los tres esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo.
13 Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande.
1 Después llegó a ser el día en que los hijos del Dios [verdadero] entraban para tomar su puesto delante de Jehová, y Satanás también procedió a entrar allí mismo entre ellos para tomar su puesto delante de Jehová.
2 Entonces Jehová dijo a Satanás: “¿Y tú, de dónde vienes?”. Ante esto, Satanás respondió a Jehová y dijo: “De discurrir por la tierra y de andar por ella”.
3 Y Jehová pasó a decir a Satanás: “¿Has fijado tu corazón en mi siervo Job, que no hay ninguno como él en la tierra, un hombre sin culpa y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? Todavía está reteniendo firmemente su integridad, aunque tú me incitas contra él para que me lo trague sin causa”.
4 Pero Satanás respondió a Jehová y dijo: “Piel en el interés de piel, y todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma.
5 Para variar, sírvete alargar la mano, y toca hasta su hueso y su carne, [y ve] si no te maldice en tu misma cara”.
6 Por consiguiente, Jehová dijo a Satanás: “¡Allí está en tu mano! ¡Solo ten cuidado con su alma misma!”.
7 De manera que Satanás salió de ante la persona de Jehová e hirió a Job con un divieso maligno desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.
8 Y él procedió a tomar para sí un fragmento de vasija de barro con el cual rasparse; y estaba sentado en medio de ceniza.
9 Finalmente su esposa le dijo: “¿Todavía estás reteniendo firmemente tu integridad? ¡Maldice a Dios, y muere!”.
10 Pero él le dijo: “Como habla una de las mujeres insensatas, tú también hablas. ¿Aceptaremos solamente lo que es bueno de parte del Dios [verdadero], y no aceptaremos también lo que es malo?”. En todo esto Job no pecó con sus labios.
11 Y tres compañeros de Job llegaron a oír acerca de toda esta calamidad que le había sobrevenido, y procedieron a venir, cada cual de su propio lugar: Elifaz el temanita y Bildad el suhita y Zofar el naamatita. De manera que se encontraron por cita para ir y condolerse de él y consolarlo.
12 Cuando alzaron los ojos desde lejos, no lo reconocieron entonces. Y procedieron a alzar la voz y llorar y rasgar cada cual su vestidura sin mangas y a aventar polvo hacia los cielos sobre sus cabezas.
13 Y se quedaron sentados con él en la tierra siete días y siete noches, y no hubo nadie que le hablara una palabra, porque vieron que el dolor era muy grande.