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LUCAS 19 Paralela rv60
y tnm

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Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad.

2 Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico,

3 procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.

4 Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí.

5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.

6 Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.

7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.

8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.

9 Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.

10 Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

11 Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.

12 Dijo, pues: Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver.

13 Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Negociad entre tanto que vengo.

14 Pero sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.

15 Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.

16 Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.

17 El le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.

18 Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.

19 Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.

20 Vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;

21 porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.

22 Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;

23 ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con los intereses?

24 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.

25 Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.

26 Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

27 Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí.

28 Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.

29 Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos,

30 diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo.

31 Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita.

32 Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo.

33 Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?

34 Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.

35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima.

36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino.

37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto,

38 diciendo: ¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!

39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos.

40 El, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.

41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,

42 diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.

43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán,

44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.

45 Y entrando en el templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él,

46 diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.

47 Y enseñaba cada día en el templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo procuraban matarle.

48 Y no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole.

  X


1 Y él entró en Jericó e iba pasando.

2 Ahora bien, allí había un varón que se llamaba por nombre Zaqueo; y era principal recaudador de impuestos, y era rico.

3 Pues bien, este buscaba la manera de ver quién era este Jesús, pero a causa de la muchedumbre no podía, porque era pequeño de estatura.

4 De modo que corrió adelante a una posición al frente y se subió a una higuera moral para verlo, porque él estaba a punto de pasar por allí.

5 Pues bien, cuando Jesús llegó al lugar, miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, date prisa y baja, porque hoy tengo que quedarme en tu casa”.

6 Con eso, él se dio prisa y bajó, y lo recibió con regocijo como huésped.

7 Pero cuando vieron [esto], todos se pusieron a murmurar, diciendo: “Entró a alojarse con un varón que es pecador”.

8 Mas Zaqueo se puso de pie y dijo al Señor: “¡Mira! La mitad de mis bienes, Señor, la doy a los pobres, y todo cuanto extorsioné de persona alguna por acusación falsa, le devuelvo el cuádruplo”.

9 Entonces Jesús le dijo: “Este día ha venido la salvación a esta casa, porque él también es hijo de Abrahán.

10 Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.

11 Mientras ellos escuchaban estas cosas, habló también una ilustración, porque estaba cerca de Jerusalén y ellos se imaginaban que el reino de Dios iba a exhibirse instantáneamente.

12 Por lo tanto dijo: “Cierto hombre de noble nacimiento viajó a una tierra distante para conseguir para sí poder real y volver.

13 Llamando a diez esclavos suyos, les dio diez minas y les dijo: ‘Negocien hasta que venga’.

14 Pero sus ciudadanos lo odiaban, y enviaron tras él un cuerpo de embajadores a decir: ‘No queremos que este llegue a ser rey sobre nosotros’.

15 ”Con el tiempo, cuando volvió después de haber conseguido el poder real, mandó llamar a sí a estos esclavos a quienes había dado el dinero en plata, para averiguar lo que habían ganado por la actividad de negociar.

16 Entonces se presentó el primero, y dijo: ‘Señor, tu mina ganó diez minas’.

17 De modo que le dijo: ‘¡Bien hecho, buen esclavo! Porque has probado ser fiel en un asunto muy pequeño, ten autoridad sobre diez ciudades’.

18 Luego vino el segundo, y dijo: ‘Tu mina, Señor, produjo cinco minas’.

19 Le dijo también a este: ‘Tú, también, ten a tu cargo cinco ciudades’.

20 Pero vino uno diferente, y dijo: ‘Señor, aquí está tu mina, que tuve guardada en un paño.

21 Pues mira, yo te temía, porque eres hombre severo; recoges lo que no depositaste y siegas lo que no sembraste’.

22 Él le dijo: ‘De tu propia boca te juzgo, esclavo inicuo. ¿Sabías de veras que yo soy hombre severo, que recojo lo que no deposité y siego lo que no sembré?

23 Entonces, ¿por qué no pusiste mi dinero en plata en el banco? Así, al llegar yo, lo hubiera cobrado con interés’.

24 ”Con eso, dijo a los que estaban de pie allí: ‘Quítenle la mina y dénsela al que tiene las diez minas’.

25 Pero ellos le dijeron: ‘¡Señor, él tiene diez minas!’...

26 ‘Les digo: A todo el que tiene, más se le dará; pero al que no tiene, hasta lo que tiene le será quitado.

27 Además, a estos enemigos míos que no querían que yo llegara a ser rey sobre ellos, tráiganlos acá y degüéllenlos delante de mí’”.

28 Entonces, después de haber dicho estas cosas, empezó a seguir adelante, subiendo a Jerusalén.

29 Y cuando se acercó a Betfagué y Betania, a la montaña llamada el monte de los Olivos, envió a dos de los discípulos,

30 y dijo: “Vayan a la aldea que está a su vista, y después de entrar en ella hallarán un pollino atado, sobre el cual nadie de la humanidad jamás se ha sentado. Desátenlo y tráiganlo.

31 Pero si alguien les pregunta: ‘¿Por qué están desatándolo?’, tienen que hablar así: ‘El Señor lo necesita’”.

32 De modo que los enviados partieron, y lo hallaron así como él les había dicho.

33 Pero al desatar el pollino, sus dueños les dijeron: “¿Por qué están desatando el pollino?”.

34 Ellos dijeron: “El Señor lo necesita”.

35 Y lo condujeron a Jesús, y echaron sus prendas de vestir exteriores sobre el pollino y pusieron encima a Jesús.

36 A medida que él iba avanzando, ellos tendían sus prendas de vestir exteriores por el camino.

37 Tan pronto como se acercó al camino que baja del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos comenzó a regocijarse y a alabar a Dios en voz alta respecto a todas las obras poderosas que habían visto,

38 y decían: “¡Bendito es El que viene como Rey en el nombre de Jehová! ¡Paz en el cielo, y gloria en los lugares más altos!”.

39 Sin embargo, algunos de los fariseos de entre la muchedumbre le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”.

40 Pero en respuesta él dijo: “Les digo: Si estos permanecieran callados, las piedras clamarían”.

41 Y cuando llegó a estar cerca, miró la ciudad y lloró sobre ella,

42 diciendo: “Si tú, aun tú, hubieras discernido en este día las cosas que tienen que ver con la paz..., pero ahora han sido escondidas de tus ojos.

43 Porque vendrán días sobre ti en que tus enemigos edificarán en derredor de ti una fortificación de estacas puntiagudas y te rodearán y te afligirán de todos lados,

44 y te arrojarán al suelo, a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no discerniste el tiempo en que se te inspeccionaba”.

45 Y entró en el templo y comenzó a echar fuera a los que vendían,

46 diciéndoles: “Está escrito: ‘Y mi casa será casa de oración’, pero ustedes la hicieron cueva de salteadores”.

47 Además, enseñaba diariamente en el templo. Pero los sacerdotes principales y los escribas y los de más importancia del pueblo procuraban destruirlo;

48 y sin embargo no hallaban lo que les sería eficaz hacer, porque todo el pueblo, sin excepción, seguía colgándose de él para oírle.