< Anterior |
Siguiente > |
1 Palabras de Nehemías hijo de Hacalías. Aconteció en el mes de Quisleu, en el año veinte, estando yo en Susa, capital del reino,
2 que vino Hanani, uno de mis hermanos, con algunos varones de Judá, y les pregunté por los judíos que habían escapado, que habían quedado de la cautividad, y por Jerusalén.
3 Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego.
4 Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos.
5 Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos;
6 esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado.
7 En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo.
8 Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos;
9 pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre.
10 Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa.
11 Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey.
1 Las palabras de Nehemías hijo de Hacalías: Ahora bien, aconteció en el mes de Kislev, en el año veinte, que yo mismo me hallaba en Susa el castillo.
2 Entonces Hananí, uno de mis hermanos, entró, él y otros hombres de Judá, y procedí a preguntarles acerca de los judíos, los que habían escapado, que habían quedado del cautiverio, y también acerca de Jerusalén.
3 En conformidad, me dijeron: “Los que quedan, que han quedado del cautiverio, allí en el distrito jurisdiccional, están en una situación muy mala, y en oprobio; y el muro de Jerusalén está derribado, y sus mismísimas puertas han sido quemadas con fuego”.
4 Y aconteció que, tan pronto como oí estas palabras, me senté y me puse a llorar y me di al duelo por días, y de continuo estuve ayunando y orando ante el Dios de los cielos.
5 Y pasé a decir: “¡Ah!, Jehová el Dios de los cielos, el Dios grande e inspirador de temor, que guarda el pacto y la bondad amorosa para con los que lo aman y guardan sus mandamientos,
6 por favor, deja que tu oído se ponga atento y tus ojos estén abiertos, para escuchar la oración de tu siervo, que yo estoy orando delante de ti hoy, día y noche, acerca de los hijos de Israel tus siervos, a la vez que hago confesión respecto a los pecados de los hijos de Israel con que hemos pecado contra ti. Hemos pecado, tanto yo como la casa de mi padre.
7 Indisputablemente hemos actuado corruptamente contra ti y no hemos guardado los mandamientos ni las disposiciones reglamentarias ni las decisiones judiciales que diste como mandato a Moisés tu siervo.
8 ”Recuerda, por favor, la palabra que diste como mandamiento a Moisés tu siervo, diciendo: ‘Si ustedes, por su parte, actúan infielmente, yo, por mi parte, los esparciré entre los pueblos.
9 Cuando se hayan vuelto a mí y hayan guardado mis mandamientos y los hayan puesto por obra, aunque su gente dispersada se halle al extremo de los cielos, de allí los juntaré y ciertamente los traeré al lugar que he escogido para hacer residir allí mi nombre’.
10 Y ellos son tus siervos y tu pueblo, a quienes redimiste con tu gran poder y con tu mano fuerte.
11 ¡Ah!, Jehová, por favor, deja que tu oído se ponga atento a la oración de tu siervo y a la oración de tus siervos que se deleitan en temer tu nombre; y, por favor, otorga éxito a tu siervo hoy, sí, y hazlo objeto de piedad ante este hombre”. Ahora bien, yo mismo estaba de copero del rey.