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La Palabra de Dios preservada y viva

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1 »Pocos son los días, y muchos los problemas, que vive el hombre nacido de mujer.

2 Es como las flores, que brotan y se marchitan; es como efímera sombra que se esfuma.

3 ¿Y en alguien así has puesto los ojos? ¿Con alguien como yo entrarás en juicio?

4 ¿Quién de la inmundicia puede sacar pureza? ¡No hay nadie que pueda hacerlo!

5 Los días del hombre ya están determinados; tú has decretado los meses de su vida;

6 Aparta de él la mirada; déjalo en paz, hasta que haya gozado de su día de asalariado.

7 »Si se derriba un árbol, queda al menos la esperanza de que retoñe

8 Tal vez sus raíces envejezcan en la tierra y su tronco muera en su terreno,

9 pero, al sentir el agua, florecerá; echará ramas como árbol recién plantado.

10 El hombre, en cambio, muere y pierde su fuerza; exhala el último suspiro, y deja de existir.

11 Y así como del mar desaparece el agua, y los ríos se agotan y se secan,

12 así los mortales, cuando se acuestan, no se vuelven a levantar.

13 »¡Si al menos me ocultaras en el sepulcro y me escondieras hasta que pase tu enojo!

14 Si el hombre muere, ya no vuelve a la vida. Cada día de mi servicio obligatorio

15 Tú me llamarás, y yo te responderé; desearás ver la obra de tus manos.

16 Desearás también contar mis pasos, pero no tomarás en cuenta mi pecado.

17 En saco sellado guardarás mis transgresiones, y perdonarás del todo mi pecado.

18 »Pero, así como un monte se erosiona y se derrumba, y las piedras cambian de lugar;

19 así como las aguas desgastan las rocas y los torrentes erosionan el suelo,

20 Lo apabullas del todo, y él desaparece; lo desfiguras, y entonces lo despides.

21 Si sus hijos reciben honores, él no lo sabe; si se les humilla, él no se da cuenta.

22 Solo siente el dolor de su propio cuerpo, y solo de sí mismo se conduele».



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