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La Palabra de Dios preservada y viva

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1 Replicó entonces Elifaz de Temán:

2 «El sabio no responde con vana sabiduría ni explota en violenta verborrea.

3 Tampoco discute con argumentos vanos ni con palabras huecas.

4 Tú, en cambio, restas valor al temor a Dios y tomas a la ligera la devoción que él merece.

5 Tu maldad pone en acción tu boca; hablas igual que los pícaros.

6 Tu propia boca te condena, no la mía; tus propios labios atestiguan contra ti.

7 »¿Eres acaso el primer hombre que ha nacido? ¿Naciste acaso antes que los montes?

8 ¿Tienes parte en el consejo de Dios? ¿Acaso eres tú el único sabio?

9 ¿Qué sabes tú que nosotros no sepamos? ¿Qué has percibido que nosotros ignoremos?

10 Las canas y la edad están de nuestra parte, tenemos más experiencia que tu padre.

11 ¿No te basta que Dios mismo te consuele y que se te hable con cariño?

12 ¿Por qué te dejas llevar por el enojo? ¿Por qué te relampaguean los ojos?

13 ¿Por qué desatas tu enojo contra Dios y das rienda suelta a tu lengua?

14 »¿Qué es el hombre para creerse puro, y el nacido de mujer para alegar inocencia?

15 Si Dios no confía ni en sus santos siervos, y ni siquiera considera puros a los cielos,

16 ¡cuánto menos confiará en el hombre, que es vil y corrupto y tiene sed del mal!

17 »Escúchame, y te lo explicaré; déjame decirte lo que he visto.

18 Es lo que han declarado los sabios, sin ocultar nada de lo aprendido de sus padres.

19 Solo a ellos se les dio la tierra, y ningún extraño pasó entre ellos.

20 El impío se ve atormentado toda la vida, el desalmado tiene sus años contados.

21 Sus oídos perciben sonidos espantosos; cuando está en paz, los salteadores lo atacan.

22 No espera escapar de las tinieblas; condenado está a morir a filo de espada.

23 Vaga sin rumbo; es comida de los buitres; sabe que el día de las tinieblas le ha llegado.

24 La desgracia y la angustia lo llenan de terror; lo abruman como si un rey fuera a atacarlo,

25 y todo por levantar el puño contra Dios y atreverse a desafiar al Todopoderoso.

26 Contra Dios se lanzó desafiante, blandiendo grueso y resistente escudo.

27 »Aunque su rostro esté hinchado de grasa, y le sobre carne en la cintura,

28 habitará en lugares desolados, en casas deshabitadas,

29 Dejará de ser rico; no durarán sus riquezas ni se extenderán sus posesiones en la tierra.

30 No podrá escapar de las tinieblas; una llama de fuego marchitará sus renuevos,

31 Que no se engañe ni confíe en cosas vanas, porque nada obtendrá a cambio de ellas.

32 Antes de su término recibirá su merecido, y sus ramas no reverdecerán.

33 Quedará como vid que pierde sus uvas verdes, como olivo que no llega a florecer.

34 La compañía de los impíos no es de provecho; ¡las moradas de los que aman el soborno

35 Conciben iniquidad, y dan a luz maldad; en su vientre se genera el engaño».



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