1 ¡Pobre de mí! No llegué a tiempo para la cosecha de verano
2 La gente piadosa ha sido eliminada del país, ¡ya no hay gente honrada en este mundo!
3 Nadie les gana en cuanto a hacer lo malo; funcionarios y jueces exigen soborno.
4 El mejor de ellos es más enmarañado que una zarza; el más recto, más torcido que un espino.
5 No creas en tu prójimo, ni confíes en tus amigos;
6 El hijo ultraja al padre, la hija se rebela contra la madre,
7 Pero yo he puesto mi esperanza en el Señor; yo espero en el Dios de mi salvación.
8 Enemiga mía, no te alegres de mi mal. Caí, pero he de levantarme;
9 He pecado contra el Señor, así que soportaré su furia
10 Cuando lo vea mi enemiga, la que me decía: «¿Dónde está tu Dios?»,
11 El día que tus muros sean reconstruidos será el momento de extender tus fronteras.
12 Ese día acudirán a ti los pueblos, desde Asiria hasta las ciudades de Egipto,
13 La tierra quedará desolada por culpa de sus habitantes,
14 Pastorea con tu cayado a tu pueblo, al rebaño de tu propiedad,
15 Muéstrale tus prodigios, como cuando lo sacaste de Egipto.
16 Las naciones verán tus maravillas y se avergonzarán de toda su prepotencia;
17 Lamerán el polvo como serpientes, como los reptiles de la tierra.
18 ¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad
19 Vuelve a compadecerte de nosotros. Pon tu pie sobre nuestras maldades
20 Muestra tu fidelidad a Jacob, y tu lealtad a Abraham,