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La Palabra de Dios preservada y viva

2 SAMUEL 14 Paralela rv60
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Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 Conociendo Joab hijo de Sarvia que el corazón del rey se inclinaba por Absalón,

2 envió Joab a Tecoa, y tomó de allá una mujer astuta, y le dijo: Yo te ruego que finjas estar de duelo, y te vistas ropas de luto, y no te unjas con óleo, sino preséntate como una mujer que desde mucho tiempo está de duelo por algún muerto;

3 y entrarás al rey, y le hablarás de esta manera. Y puso Joab las palabras en su boca.

4 Entró, pues, aquella mujer de Tecoa al rey, y postrándose en tierra sobre su rostro, hizo reverencia, y dijo: ¡Socorro, oh rey!

5 El rey le dijo: ¿Qué tienes? Y ella respondió: Yo a la verdad soy una mujer viuda y mi marido ha muerto.

6 Tu sierva tenía dos hijos, y los dos riñeron en el campo; y no habiendo quien los separase, hirió el uno al otro, y lo mató.

7 Y he aquí toda la familia se ha levantado contra tu sierva, diciendo: Entrega al que mató a su hermano, para que le hagamos morir por la vida de su hermano a quien él mató, y matemos también al heredero. Así apagarán el ascua que me ha quedado, no dejando a mi marido nombre ni reliquia sobre la tierra.

8 Entonces el rey dijo a la mujer: Vete a tu casa, y yo daré órdenes con respecto a ti.

9 Y la mujer de Tecoa dijo al rey: Rey señor mío, la maldad sea sobre mí y sobre la casa de mi padre; mas el rey y su trono sean sin culpa.

10 Y el rey dijo: Al que hablare contra ti, tráelo a mí, y no te tocará más.

11 Dijo ella entonces: Te ruego, oh rey, que te acuerdes de Jehová tu Dios, para que el vengador de la sangre no aumente el daño, y no destruya a mi hijo. Y el respondió: Vive Jehová, que no caerá ni un cabello de la cabeza de tu hijo en tierra.

12 Y la mujer dijo: Te ruego que permitas que tu sierva hable una palabra a mi señor el rey. Y él dijo: Habla.

13 Entonces la mujer dijo: ¿Por qué, pues, has pensado tú cosa semejante contra el pueblo de Dios? Porque hablando el rey esta palabra, se hace culpable él mismo, por cuanto el rey no hace volver a su desterrado.

14 Porque de cierto morimos, y somos como aguas derramadas por tierra, que no pueden volver a recogerse; ni Dios quita la vida, sino que provee medios para no alejar de sí al desterrado.

15 Y el haber yo venido ahora para decir esto al rey mi señor, es porque el pueblo me atemorizó; y tu sierva dijo: Hablaré ahora al rey; quizá él hará lo que su sierva diga.

16 Pues el rey oirá, para librar a su sierva de mano del hombre que me quiere destruir a mí y a mi hijo juntamente, de la heredad de Dios.

17 Tu sierva, pues, dice: Sea ahora de consuelo la respuesta de mi señor el rey, pues que mi señor el rey es como un ángel de Dios para discernir entre lo bueno y lo malo. Así Jehová tu Dios sea contigo.

18 Entonces David respondió y dijo a la mujer: Yo te ruego que no me encubras nada de lo que yo te preguntare. Y la mujer dijo: Hable mi señor el rey.

19 Y el rey dijo: ¿No anda la mano de Joab contigo en todas estas cosas? La mujer respondió y dijo: Vive tu alma, rey señor mío, que no hay que apartarse a derecha ni a izquierda de todo lo que mi señor el rey ha hablado; porque tu siervo Joab, él me mandó, y él puso en boca de tu sierva todas estas palabras.

20 Para mudar el aspecto de las cosas Joab tu siervo ha hecho esto; pero mi señor es sabio conforme a la sabiduría de un ángel de Dios, para conocer lo que hay en la tierra.

21 Entonces el rey dijo a Joab: He aquí yo hago esto; ve, y haz volver al joven Absalón.

22 Y Joab se postró en tierra sobre su rostro e hizo reverencia, y después que bendijo al rey, dijo: Hoy ha entendido tu siervo que he hallado gracia en tus ojos, rey señor mío, pues ha hecho el rey lo que su siervo ha dicho.

23 Se levantó luego Joab y fue a Gesur, y trajo a Absalón a Jerusalén.

24 Mas el rey dijo: Váyase a su casa, y no vea mi rostro. Y volvió Absalón a su casa, y no vio el rostro del rey.

25 Y no había en todo Israel ninguno tan alabado por su hermosura como Absalón; desde la planta de su pie hasta su coronilla no había en él defecto.

26 Cuando se cortaba el cabello (lo cual hacía al fin de cada año, pues le causaba molestia, y por eso se lo cortaba), pesaba el cabello de su cabeza doscientos siclos de peso real.

27 Y le nacieron a Absalón tres hijos, y una hija que se llamó Tamar, la cual era mujer de hermoso semblante.

28 Y estuvo Absalón por espacio de dos años en Jerusalén, y no vio el rostro del rey.

29 Y mandó Absalón por Joab, para enviarlo al rey, pero él no quiso venir; y envió aun por segunda vez, y no quiso venir.

30 Entonces dijo a sus siervos: Mirad, el campo de Joab está junto al mío, y tiene allí cebada; id y prendedle fuego. Y los siervos de Absalón prendieron fuego al campo.

31 Entonces se levantó Joab y vino a casa de Absalón, y le dijo: ¿Por qué han prendido fuego tus siervos a mi campo?

32 Y Absalón respondió a Joab: He aquí yo he enviado por ti, diciendo que vinieses acá, con el fin de enviarte al rey para decirle: ¿Para qué vine de Gesur? Mejor me fuera estar aún allá. Vea yo ahora el rostro del rey; y si hay en mí pecado, máteme.

33 Vino, pues, Joab al rey, y se lo hizo saber. Entonces llamó a Absalón, el cual vino al rey, e inclinó su rostro a tierra delante del rey; y el rey besó a Absalón.

  X


1 Ahora bien, Joab hijo de Zeruyá llegó a saber que el corazón del rey estaba [vuelto] hacia Absalón.

2 Por consiguiente, Joab envió a Teqoa y tomó de allí a una mujer sabia y le dijo: “Ponte de duelo, por favor, y vístete, por favor, con prendas de vestir de duelo, y no te untes con aceite; y tienes que llegar a ser como una mujer, aquí, que ha estado de duelo muchos días por algún muerto.

3 Y tienes que entrar a donde el rey y hablarle una palabra como esta”. Con eso, Joab le puso las palabras en la boca.

4 Y la mujer de Teqoa procedió a entrar a donde el rey y a caer a tierra sobre su rostro y a postrarse y decir: “¡Salva, sí, oh rey!”.

5 Por lo cual el rey le dijo: “¿Qué te pasa?”. A lo que ella dijo: “En realidad soy una mujer enviudada, ya que está muerto mi esposo.

6 Y tu sierva tenía dos hijos, y los dos se pusieron a luchar el uno con el otro en el campo, sin haber un libertador que los separara. Por fin el uno derribó al otro y le dio muerte.

7 Y sucede que toda la familia se ha levantado contra tu sierva, y siguen diciendo: ‘¡Entrega al heridor de su hermano, para que le demos muerte por el alma de su hermano a quien mató, y aniquilemos aun al heredero!’. Y ciertamente extinguirán el brillo de mis brasas que ha quedado, de modo que no se asigne a mi esposo ni nombre ni resto sobre la superficie del suelo”.

8 Entonces el rey dijo a la mujer: “Vete a tu casa, y yo mismo daré orden respecto a ti”.

9 Por lo tanto, la teqoíta dijo al rey: “Sobre mí, oh mi señor el rey, esté el error, y también sobre la casa de mi padre, mientras el rey y su trono queden inocentes”.

10 Y el rey dijo además: “Si hay alguno que te hable, entonces tienes que traérmelo, y nunca volverá a lastimarte”.

11 Pero ella dijo: “Que el rey, por favor, se acuerde de Jehová tu Dios, para que el vengador de la sangre no esté arruinando de continuo y para que no aniquilen a mi hijo”. A esto él dijo: “Tan ciertamente como que vive Jehová, ni un solo cabello de tu hijo caerá a tierra”.

12 La mujer ahora dijo: “Permite que tu sierva hable, por favor, una palabra a mi señor el rey”. De modo que él dijo: “¡Habla!”.

13 Y la mujer pasó a decir: “¿Por qué, pues, has razonado de esta forma contra el pueblo de Dios? Al hablar el rey esta palabra es como uno que es culpable, por cuanto el rey no hace volver a su propio desterrado.

14 Porque sin falta moriremos y seremos como aguas que están siendo derramadas sobre la tierra, que no se pueden recoger. Pero Dios no quitará un alma, y él ha pensado bien razones por las cuales el desterrado no debe hallarse desterrado de él.

15 Y ahora que he entrado a hablar esta palabra al rey mi señor, es porque la gente me hizo tener miedo. Así que tu sierva dijo: ‘Permítaseme hablar, por favor, al rey. Quizás obre el rey conforme a la palabra de su esclava.

16 Por cuanto el rey procedió a escuchar para librar a su esclava de la palma de la mano del hombre [que procurara] aniquilarnos a mí y a mi hijo solitario de la herencia dada por Dios’,

17 entonces dijo tu sierva: ‘Que la palabra de mi señor el rey sirva, por favor, para dar descanso’. Porque como un ángel del Dios [verdadero], así es mi señor el rey, para distinguir lo que es bueno y lo que es malo, y que Jehová tu Dios mismo resulte estar contigo”.

18 El rey ahora contestó y dijo a la mujer: “No escondas de mí, por favor, una cosa acerca de la cual te voy a preguntar”. A lo que dijo la mujer: “Hable mi señor el rey, por favor”.

19 Y el rey pasó a decir: “¿Está contigo la mano de Joab en todo esto?”. Entonces la mujer contestó y dijo: “Tan ciertamente como que vive tu alma, oh mi señor el rey, ningún hombre puede ir a la derecha ni a la izquierda de todo lo que ha hablado mi señor el rey; porque fue tu siervo Joab el que me dio orden, y él fue quien puso en la boca de tu sierva todas estas palabras.

20 En el interés de alterar el aspecto del asunto ha hecho tu siervo Joab esta cosa, pero mi señor es sabio como con la sabiduría del ángel del Dios [verdadero] para saber todo lo que hay en la tierra”.

21 Posteriormente, el rey dijo a Joab: “Pues mira, ciertamente haré esta cosa. De modo que ve, haz volver al joven Absalón”.

22 Ante eso, Joab cayó a tierra sobre su rostro y se postró y bendijo al rey; y Joab pasó a decir: “Hoy tu siervo de veras sabe que he hallado favor a tus ojos, oh mi señor el rey, porque el rey ha obrado conforme a la palabra de su siervo”.

23 Con eso, Joab se levantó y fue a Guesur y trajo a Absalón a Jerusalén.

24 Sin embargo, el rey dijo: “Que se vuelva hacia su propia casa, pero no puede ver mi rostro”. De modo que Absalón se volvió hacia su propia casa, y en cuanto al rostro del rey, no lo vio.

25 Ahora bien, en comparación con Absalón no se hallaba ningún hombre tan hermoso en todo Israel como para ser alabado tanto. Desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza no se hallaba en él defecto alguno.

26 Y cuando se afeitaba la cabeza —y sucedía que al fin de cada año se la afeitaba; porque se le hacía tan pesada, se la afeitaba— él pesaba el cabello de su cabeza, doscientos siclos, según el peso real de piedras.

27 Y llegaron a nacerle a Absalón tres hijos y una hija cuyo nombre fue Tamar. Ella resultó ser una mujer de apariencia sumamente hermosa.

28 Y Absalón continuó morando en Jerusalén por dos años completos, y no vio el rostro del rey.

29 De modo que Absalón envió por Joab para enviarlo al rey, y este no consintió en ir a él. Entonces volvió a enviar, por segunda vez, y no consintió en ir.

30 Por fin dijo a sus siervos: “Vean la porción de terreno de Joab al lado de la mía, y allí tiene cebada. Vayan e incéndienla con fuego”. Por consiguiente, los siervos de Absalón incendiaron con fuego la porción de terreno.

31 Ante esto, se levantó Joab y vino a Absalón, a la casa, y le dijo: “¿Por qué incendiaron con fuego tus siervos la porción de terreno que es mía?”.

32 Así que Absalón dijo a Joab: “¡Mira! Envié a ti, diciendo: ‘Ven acá y déjame enviarte al rey para que le digas: “¿Para qué he venido de Guesur? Mejor me sería estar allá todavía. Y ahora, déjame ver el rostro del rey y, si hay error alguno en mí, él entonces tiene que darme muerte”’”.

33 Posteriormente, Joab entró a donde el rey y se lo dijo. Entonces él llamó a Absalón, que ahora entró a donde el rey y se postró ante él, [cayendo] a tierra sobre su rostro delante del rey; después de lo cual el rey besó a Absalón.