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HECHOS 27 Paralela rv60
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Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta.

2 Y embarcándonos en una nave adramitena que iba a tocar los puertos de Asia, zarpamos, estando con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica.

3 Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido por ellos.

4 Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios.

5 Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia.

6 Y hallando allí el centurión una nave alejandrina que zarpaba para Italia, nos embarcó en ella.

7 Navegando muchos días despacio, y llegando a duras penas frente a Gnido, porque nos impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón.

8 Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.

9 Y habiendo pasado mucho tiempo, y siendo ya peligrosa la navegación, por haber pasado ya el ayuno, Pablo les amonestaba,

10 diciéndoles: Varones, veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras personas.

11 Pero el centurión daba más crédito al piloto y al patrón de la nave, que a lo que Pablo decía.

12 Y siendo incómodo el puerto para invernar, la mayoría acordó zarpar también de allí, por si puediesen arribar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí.

13 Y soplando una brisa del sur, pareciéndoles que ya tenían lo que deseaban, levaron anclas e iban costeando Creta.

14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón.

15 Y siendo arrebatada la nave, y no pudiendo poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar.

16 Y habiendo corrido a sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife.

17 Y una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para ceñir la nave; y teniendo temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva.

18 Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a alijar,

19 y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave.

20 Y no apareciendo ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.

21 Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo: Habría sido por cierto conveniente, oh varones, haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida.

22 Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave.

23 Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo,

24 diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo.

25 Por tanto, oh varones, tened buen ánimo; porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho.

26 Con todo, es necesario que demos en alguna isla.

27 Venida la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra;

28 y echando la sonda, hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volviendo a echar la sonda, hallaron quince brazas.

29 Y temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciese de día.

30 Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar, aparentaban como que querían largar las anclas de proa.

31 Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados: Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros.

32 Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse.

33 Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada.

34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.

35 Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer.

36 Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también.

37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis.

38 Y ya satisfechos, aligeraron la nave, echando el trigo al mar.

39 Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen, la nave.

40 Cortando, pues, las anclas, las dejaron en el mar, largando también las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa, enfilaron hacia la playa.

41 Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar.

42 Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando.

43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen los primeros, y saliesen a tierra;

44 y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.

  X


1 Entonces, como se decidió que navegáramos a Italia, procedieron a entregar a Pablo así como a ciertos otros presos a un oficial del ejército de nombre Julio, de la banda de Augusto.

2 Subiendo en un barco de Adramitio que estaba a punto de zarpar para los lugares costaneros del [distrito de] Asia, nos hicimos a la vela, y con nosotros estaba Aristarco, macedonio de Tesalónica.

3 Y al día siguiente arribamos a Sidón, y Julio trató a Pablo con bondad humana y le permitió ir a donde sus amigos y disfrutar de [su] atención.

4 Y, haciéndonos a la mar desde allí, navegamos al [abrigo de] Chipre, por ser contrarios los vientos;

5 y navegamos por alta mar a lo largo de Cilicia y Panfilia, e hicimos escala en Mira de Licia.

6 Pero allí el oficial del ejército halló un barco de Alejandría que navegaba hacia Italia, y nos hizo subir a bordo.

7 Entonces, después de navegar bastantes días lentamente, y de llegar con dificultad a Cnido, porque el viento no nos dejaba seguir adelante, navegamos al [abrigo de] Creta junto a Salmone,

8 y, costeándola con dificultad, llegamos a cierto lugar llamado Bellos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.

9 Como había transcurrido bastante tiempo, y para ahora era peligroso el navegar, porque ya había pasado hasta el ayuno [del día de la expiación], Pablo hizo una recomendación,

10 y les dijo: “Varones, percibo que el navegar va a ser con daño y gran pérdida, no solo del cargamento y del barco, sino también de nuestras almas”.

11 Sin embargo, el oficial del ejército hacía caso al piloto y al dueño de la nave más bien que a las cosas que Pablo decía.

12 Ahora bien, como la bahía era incómoda para invernar, la mayoría aconsejó hacerse a la mar desde allí, para ver si de algún modo lograban llegar a Fenice, bahía de Creta que mira al nordeste y al sudeste, para invernar allí.

13 Además, cuando el viento del sur sopló suavemente, pensaron que podía darse por realizado su propósito, y levaron anclas y fueron costeando a Creta cerca de la orilla.

14 Después de no mucho tiempo, sin embargo, se desató contra ella un viento tempestuoso llamado euroaquilón.

15 Puesto que el barco fue prendido por la violencia y no pudo mantenerse proa al viento, cedimos y nos dejamos llevar.

16 Luego marchamos al [abrigo de] cierta isleta llamada Cauda, y sin embargo apenas pudimos tomar posesión del esquife [que estaba en la popa].

17 Pero después de alzarlo a bordo empezaron a emplear ayudas para ceñir el barco por debajo; y temiendo encallar en la Sirte, arriaron los aparejos, y así fueron llevados.

18 Sin embargo, debido a que nos sacudía violentamente la tempestad, al [día] siguiente empezaron a alijar la nave;

19 y al tercer [día], con sus propias manos, arrojaron las jarcias del barco.

20 Pues bien, cuando no aparecieron ni sol ni estrellas por muchos días, y teníamos encima una tempestad no pequeña, toda esperanza de salvarnos por fin se nos iba acabando.

21 Y cuando hubo durado mucho tiempo la abstención de alimentos, entonces Pablo se puso de pie en medio de ellos y dijo: “Varones, ciertamente debieran haber tomado mi consejo y no haberse hecho a la mar desde Creta y haber sufrido este daño y pérdida.

22 Sin embargo, ahora les recomiendo que estén alegres, porque no se perderá ni un alma de entre ustedes, sino solo el barco.

23 Porque esta noche estuvo de pie cerca de mí un ángel del Dios a quien yo pertenezco y a quien rindo servicio sagrado,

24 y dijo: ‘No temas, Pablo. Tienes que estar de pie ante César, y, ¡mira!, Dios te ha dado de gracia a todos los que navegan contigo’.

25 Por lo tanto, estén alegres, varones; porque creo a Dios que será exactamente como se me ha dicho.

26 Sin embargo, tenemos que ser echados en cierta isla”.

27 Ahora bien, como llegó la decimocuarta noche y nos hallábamos arrojados de acá para allá en el [mar de] Adria, a la medianoche los marineros empezaron a sospechar que estaban acercándose a alguna tierra.

28 Y sondearon la profundidad y hallaron veinte brazas; de modo que siguieron adelante una corta distancia y volvieron a echar la sonda y hallaron quince brazas.

29 Y porque temían que fuéramos a ser echados en algún lugar sobre los escollos, echaron de la popa cuatro anclas, y deseaban que se hiciera de día.

30 Pero cuando los marineros empezaron a procurar escapar del barco y bajaron el esquife al mar so pretexto de que iban a largar las anclas desde la proa,

31 Pablo dijo al oficial del ejército y a los soldados: “A menos que estos hombres permanezcan en el barco, ustedes no pueden salvarse”.

32 Entonces los soldados cortaron las cuerdas del esquife y lo dejaron caer.

33 Ahora bien, faltando ya poco para que se hiciera de día, Pablo empezó a animar a todos sin excepción a que tomaran alimento, diciendo: “Hoy es el decimocuarto día que ustedes han estado vigilando y continúan sin alimento, por no haber tomado nada.

34 Por lo tanto, los animo a que tomen algún alimento, porque esto es en el interés de su seguridad; porque no perecerá un cabello de la cabeza de ninguno de ustedes”.

35 Después que dijo esto, también tomó un pan, dio gracias a Dios ante todos ellos, y lo partió y comenzó a comer.

36 De modo que todos se alegraron, y ellos mismos empezaron a tomar algún alimento.

37 Ahora bien, en conjunto, éramos doscientas setenta y seis almas en el barco.

38 Cuando hubieron quedado satisfechos de alimento, procedieron a alijar el barco, echando el trigo al mar.

39 Por fin, cuando se hizo de día, no reconocían la tierra, pero observaban cierta ensenada con una playa, y en esta se resolvieron a varar, si podían, el barco.

40 Así que, cortando las [cuerdas de las] anclas, las dejaron caer en el mar, y al mismo tiempo aflojaron las amarraduras de los remos timoneros y, después de izar el trinquete al viento, hicieron rumbo a la playa.

41 Cuando descansaron sobre un bajío, bañado por el mar por ambos lados, encallaron la nave, y la proa se hincó y quedó inmóvil, pero la popa empezó a hacerse pedazos debido a la violencia [del mar].

42 Entonces llegó a ser la resolución de los soldados matar a los presos, para que nadie se echara a nadar y escapara.

43 Pero el oficial del ejército deseaba que Pablo saliera a salvo, y los restringió de su propósito. Y mandó que los que pudieran nadar se echaran al mar y llegaran a tierra primero,

44 y que los demás lo hicieran, algunos en tablas y algunos en ciertas cosas del barco. Y así sucedió que todos fueron llevados a salvo a tierra.