1 Escúchenme, costas lejanas, oigan esto, naciones distantes:
2 Hizo de mi boca una espada afilada, y me escondió en la sombra de su mano;
3 Me dijo: «Israel, tú eres mi siervo; en ti seré glorificado».
4 Y respondí: «En vano he trabajado; he gastado mis fuerzas sin provecho alguno.
5 Y ahora dice el Señor, que desde el seno materno me formó
6 «No es gran cosa que seas mi siervo, ni que restaures a las tribus de Jacob,
7 Así dice el Señor, el Redentor y Santo de Israel,
8 Así dice el Señor: «En el momento propicio te respondí,
9 para que digas a los cautivos: “¡Salgan!”,
10 No tendrán hambre ni sed, no los abatirá el sol ni el calor,
11 Convertiré en caminos todas mis montañas, y construiré mis calzadas.
12 ¡Miren! Ellos vendrán de muy lejos; unos desde el norte, otros desde el oeste,
13 Ustedes los cielos, ¡griten de alegría! Tierra, ¡regocíjate!
14 Pero Sión dijo: «El Señor me ha abandonado; el Señor se ha olvidado de mí».
15 «¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz?
16 Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes.
17 Tus constructores se apresuran; de ti se apartan tus destructores
18 Alza tus ojos, y mira a tu alrededor; todos se reúnen y vienen hacia ti.
19 »Aunque te arrasaron y te dejaron en ruinas, y tu tierra quedó asolada,
20 Los hijos que dabas por perdidos todavía te dirán al oído:
21 Y te pondrás a pensar: “¿Quién me engendró estos hijos?
22 Así dice el Señor omnipotente: «Hacia las naciones alzaré mi mano,
23 Los reyes te adoptarán como hijo, y sus reinas serán tus nodrizas.
24 ¿Se le puede quitar el botín a los guerreros? ¿Puede el cautivo ser rescatado del tirano?
25 Pero así dice el Señor: «Sí, al guerrero se le arrebatará el cautivo,
26 Haré que tus opresores se coman su propia carne y se embriaguen con su propia sangre,