Biblia Online

La Palabra de Dios preservada y viva

2 SAMUEL 18 Paralela rv60
y tnm

< Anterior

Siguiente >

Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)


1 David, pues, pasó revista al pueblo que tenía consigo, y puso sobre ellos jefes de millares y jefes de centenas.

2 Y envió David al pueblo, una tercera parte bajo el mando de Joab, una tercera parte bajo el mando de Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab, y una tercera parte al mando de Itai geteo. Y dijo el rey al pueblo: Yo también saldré con vosotros.

3 Mas el pueblo dijo: No saldrás; porque si nosotros huyéremos, no harán caso de nosotros; y aunque la mitad de nosotros muera, no harán caso de nosotros; mas tú ahora vales tanto como diez mil de nosotros. Será, pues, mejor que tú nos des ayuda desde la ciudad.

4 Entonces el rey les dijo: Yo haré lo que bien os parezca. Y se puso el rey a la entrada de la puerta, mientras salía todo el pueblo de ciento en ciento y de mil en mil.

5 Y el rey mandó a Joab, a Abisai y a Itai, diciendo: Tratad benignamente por amor de mí al joven Absalón. Y todo el pueblo oyó cuando dio el rey orden acerca de Absalón a todos los capitanes.

6 Salió, pues, el pueblo al campo contra Israel, y se libró la batalla en el bosque de Efraín.

7 Y allí cayó el pueblo de Israel delante de los siervos de David, y se hizo allí en aquel día una gran matanza de veinte mil hombres.

8 Y la batalla se extendió por todo el país; y fueron más los que destruyó el bosque aquel día, que los que destruyó la espada.

9 Y se encontró Absalón con los siervos de David; e iba Absalón sobre un mulo, y el mulo entró por debajo de las ramas espesas de una gran encina, y se le enredó la cabeza en la encina, y Absalón quedó suspendido entre el cielo y la tierra; y el mulo en que iba pasó delante.

10 Viéndolo uno, avisó a Joab, diciendo: He aquí que he visto a Absalón colgado de una encina.

11 Y Joab respondió al hombre que le daba la nueva: Y viéndolo tú, ¿por qué no le mataste luego allí echándole a tierra? Me hubiera placido darte diez siclos de plata, y un talabarte.

12 El hombre dijo a Joab: Aunque me pesaras mil siclos de plata, no extendería yo mi mano contra el hijo del rey; porque nosotros oímos cuando el rey te mandó a ti y a Abisai y a Itai, diciendo: Mirad que ninguno toque al joven Absalón.

13 Por otra parte, habría yo hecho traición contra mi vida, pues que al rey nada se le esconde, y tú mismo estarías en contra.

14 Y respondió Joab: No malgastaré mi tiempo contigo. Y tomando tres dardos en su mano, los clavó en el corazón de Absalón, quien estaba aún vivo en medio de la encina.

15 Y diez jóvenes escuderos de Joab rodearon e hirieron a Absalón, y acabaron de matarle.

16 Entonces Joab tocó la trompeta, y el pueblo se volvió de seguir a Israel, porque Joab detuvo al pueblo.

17 Tomando después a Absalón, le echaron en un gran hoyo en el bosque, y levantaron sobre él un montón muy grande de piedras; y todo Israel huyó, cada uno a su tienda.

18 Y en vida, Absalón había tomado y erigido una columna, la cual está en el valle del rey; porque había dicho: Yo no tengo hijo que conserve la memoria de mi nombre. Y llamó aquella columna por su nombre, y así se ha llamado Columna de Absalón, hasta hoy.

19 Entonces Ahimaas hijo de Sadoc dijo: ¿Correré ahora, y daré al rey las nuevas de que Jehová ha defendido su causa de la mano de sus enemigos?

20 Respondió Joab: Hoy no llevarás las nuevas; las llevarás otro día; no darás hoy la nueva, porque el hijo del rey ha muerto.

21 Y Joab dijo a un etíope: Ve tú, y di al rey lo que has visto. Y el etíope hizo reverencia ante Joab, y corrió.

22 Entonces Ahimaas hijo de Sadoc volvió a decir a Joab: Sea como fuere, yo correré ahora tras el etíope. Y Joab dijo: Hijo mío, ¿para qué has de correr tú, si no recibirás premio por las nuevas?

23 Mas él respondió: Sea como fuere, yo correré. Entonces le dijo: Corre. Corrió, pues, Ahimaas por el camino de la llanura, y pasó delante del etíope.

24 Y David estaba sentado entre las dos puertas; y el atalaya había ido al terrado sobre la puerta en el muro, y alzando sus ojos, miró, y vio a uno que corría solo.

25 El atalaya dio luego voces, y lo hizo saber al rey. Y el rey dijo: Si viene solo, buenas nuevas trae. En tanto que él venía acercándose,

26 vio el atalaya a otro que corría; y dio voces el atalaya al portero, diciendo: He aquí otro hombre que corre solo. Y el rey dijo: Este también es mensajero.

27 Y el atalaya volvió a decir: Me parece el correr del primero como el correr de Ahimaas hijo de Sadoc. Y respondió el rey: Ese es hombre de bien, y viene con buenas nuevas.

28 Entonces Ahimaas dijo en alta voz al rey: Paz. Y se inclinó a tierra delante del rey, y dijo: Bendito sea Jehová Dios tuyo, que ha entregado a los hombres que habían levantado sus manos contra mi señor el rey.

29 Y el rey dijo: ¿El joven Absalón está bien? Y Ahimaas respondió: Vi yo un gran alboroto cuando envió Joab al siervo del rey y a mí tu siervo; mas no sé qué era.

30 Y el rey dijo: Pasa, y ponte allí. Y él pasó, y se quedó de pie.

31 Luego vino el etíope, y dijo: Reciba nuevas mi señor el rey, que hoy Jehová ha defendido tu causa de la mano de todos los que se habían levantado contra ti.

32 El rey entonces dijo al etíope: ¿El joven Absalón está bien? Y el etíope respondió: Como aquel joven sean los enemigos de mi señor el rey, y todos los que se levanten contra ti para mal.

33 Entonces el rey se turbó, y subió a la sala de la puerta, y lloró; y yendo, decía así: ¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!

  X


1 Y David procedió a contar la gente que estaba con él y a colocar sobre ellos jefes de millares y jefes de centenas.

2 Además, David envió un tercio de la gente bajo la mano de Joab y un tercio bajo la mano de Abisai hijo de Zeruyá, hermano de Joab, y un tercio bajo la mano de Ittai el guitita. Entonces el rey dijo a la gente: “Yo mismo también sin falta saldré con ustedes”.

3 Pero la gente dijo: “No debes salir, porque si de manera alguna huyéramos, no pondrían el corazón en nosotros; y si la mitad de nosotros muriéramos, no pondrían el corazón en nosotros, porque tú vales tanto como diez mil de nosotros; y ahora sería mejor, si nos quieres rendir servicio, dar ayuda desde la ciudad”.

4 De modo que el rey les dijo: “Lo que parezca bueno a sus ojos haré”. Y el rey se quedó parado al lado de la puerta, y toda la gente misma salió por cientos y por miles.

5 Y el rey pasó a ordenar a Joab y Abisai e Ittai, diciendo: “Traten con suavidad, por mi causa, al joven Absalón”. Y toda la gente misma oyó cuando el rey dio órdenes a todos los jefes acerca del asunto de Absalón.

6 Y la gente continuó saliendo al campo para encontrarse con Israel; y se libró la batalla en el bosque de Efraín.

7 Por fin la gente de Israel fue derrotada allí delante de los siervos de David, y la matanza allí resultó grande en aquel día: de veinte mil hombres.

8 Y la batalla allí llegó a extenderse sobre toda la tierra que estaba a la vista. Además, el bosque hizo más, en cuanto a comerse a la gente, que lo que hizo la espada en comérsela aquel día.

9 Por fin Absalón se encontró delante de los siervos de David. Y Absalón iba cabalgando sobre un mulo, y el mulo llegó a meterse debajo del ramaje de un gran árbol macizo, de modo que [a Absalón] se le quedó firmemente prendida la cabeza en el árbol grande, y él fue alzado entre los cielos y la tierra, puesto que el mulo mismo que estaba debajo de él siguió adelante.

10 Entonces cierto hombre lo vio e informó a Joab y dijo: “¡Mira! He visto a Absalón colgando de un árbol grande”.

11 Por lo cual Joab dijo al hombre que estaba refiriéndoselo: “¡Y qué cosa que lo viste!, y, ¿por qué no lo derribaste en tierra allí? Entonces yo hubiera tenido la obligación de darte diez piezas de plata y un cinto”.

12 Pero el hombre dijo a Joab: “Y aunque estuviera yo pesando sobre las palmas de mis manos mil piezas de plata, no alargaría mi mano contra el hijo del rey; porque a nuestros oídos el rey les dio órdenes a ti y Abisai e Ittai, diciendo: ‘Cuiden, quienquiera [que sea], del joven, de Absalón’.

13 De otro modo yo hubiera obrado traidoramente contra su alma y todo el asunto mismo no quedaría escondido del rey, y tú mismo tomarías una posición allá al lado”.

14 A lo cual dijo Joab: “¡No me detenga yo así delante de ti!”. Con eso, tomó tres dardos en la palma de la mano y procedió a clavarlos en el corazón de Absalón mientras este todavía estaba vivo en el corazón del árbol grande.

15 Entonces diez servidores que llevaban las armas de Joab fueron alrededor e hirieron a Absalón, para darle muerte.

16 Ahora Joab tocó el cuerno, para que la gente se volviera de correr tras Israel; porque Joab había retenido a la gente.

17 Por fin tomaron a Absalón y lo arrojaron en el bosque en un hueco grande y alzaron sobre él un montón de piedras muy grande. En cuanto a todo Israel, cada cual huyó a su hogar.

18 Ahora bien, Absalón mismo, mientras estaba vivo, había tomado y procedido a alzarse una columna, que está en la llanura baja del Rey, porque decía: “No tengo hijo para que se conserve en recuerdo mi nombre”. De modo que llamó la columna por su propio nombre, y se le sigue llamando el Monumento de Absalón hasta el día de hoy.

19 Ahora bien, en cuanto a Ahimáaz hijo de Sadoc, él dijo: “Déjame correr, por favor, y dar las noticias al rey, porque Jehová lo ha juzgado [para librarlo] de la mano de sus enemigos”.

20 Pero Joab le dijo: “No eres hombre de noticias este día, y tendrás que dar las noticias otro día; pero este día no debes dar las noticias, por la razón misma de que el propio hijo del rey ha muerto”.

21 Entonces Joab dijo al cusita: “Anda, informa al rey lo que has visto”. Con eso, el cusita se inclinó ante Joab y echó a correr.

22 Ahimáaz hijo de Sadoc ahora volvió a decir a Joab: “Ahora deja que suceda lo que suceda, deja que yo mismo también, por favor, corra detrás del cusita”. Sin embargo, Joab dijo: “¿Por qué tienes que correr tú mismo, hijo mío, cuando no hay noticias que se hallen para ti?”.

23 [A pesar de aquello, él dijo:] “Ahora deja que suceda lo que suceda, déjame correr”. De modo que le dijo: “¡Corre!”. Y Ahimáaz echó a correr por el camino del Distrito, y con el tiempo pasó y dejó atrás al cusita.

24 Ahora bien, David estaba sentado entre las dos puertas. Entretanto, el atalaya se fue al techo de la puerta junto al muro. Por fin alzó los ojos y vio y, ¡mire!, había un hombre que corría solo.

25 Así que el atalaya gritó e informó al rey, a lo que dijo el rey: “Si está solo, hay noticias en su boca”. Y seguía viniendo, acercándose constantemente.

26 El atalaya ahora vio a otro hombre que corría. El atalaya por lo tanto gritó al portero y dijo: “¡Mira! ¡Otro hombre que corre solo!”, a lo que dijo el rey: “Este también es portador de noticias”.

27 Y el atalaya pasó a decir: “Estoy viendo que el estilo de correr del primero es como el estilo de correr de Ahimáaz hijo de Sadoc”, a lo que dijo el rey: “Este es un hombre bueno, y con buenas noticias debe venir”.

28 Por fin Ahimáaz gritó y dijo al rey: “¡Bien va!”. Con eso se inclinó ante el rey rostro a tierra. Y siguió diciendo: “¡Bendito sea Jehová tu Dios, que ha entregado a los hombres que alzaron la mano contra mi señor el rey!”.

29 Sin embargo, el rey dijo: “¿Le va bien al joven Absalón?”. A esto Ahimáaz dijo: “Vi la gran conmoción cuando Joab envió al siervo del rey y a tu siervo, y no supe qué era”.

30 De modo que el rey dijo: “Ponte a un lado, toma tu posición aquí”. En seguida él se puso a un lado y quedó de pie quieto.

31 Y aquí venía entrando el cusita, y el cusita empezó a decir: “Acepte noticias mi señor el rey, porque Jehová te ha juzgado hoy [para librarte] de la mano de todos los que se levantaron contra ti”.

32 Pero el rey dijo al cusita: “¿Le va bien al joven Absalón?”. A esto el cusita dijo: “Que los enemigos de mi señor el rey y todos los que se levantaron contra ti para mal lleguen a ser como el joven”.

33 Entonces el rey se perturbó y subió a la cámara del techo sobre el paso de entrada y se puso a llorar; y esto decía al andar: “¡Hijo mío, Absalón, hijo mío, hijo mío, Absalón! ¡Oh, que yo pudiera haber muerto, yo mismo, en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!”.